A ojo

Mercenarios

La Mara Salvatrucha, que es una sola de las muchas "maras" o pandillas criminales nacidas de las muchas guerras civiles de América Central y criadas en las grandes ciudades de los Estados Unidos al amparo del pequeño tráfico de drogas al detal, tiene, desde Los Ángeles hasta Ciudad de Panamá, entre 75.000 y 100.000 hombres armados.
Además de las maras, hay en el mundo entero infinidad de empresas de delincuencia organizada: las grandes mafias tradicionales del narcotráfico en gran escala o de la prostitución y la trata de esclavos. La mafia siciliana o Cosa Nostra y sus ramificaciones en Nueva York y en Chicago, en Marsella y en Marbella. También nacidas en la fértil Italia, la N’dragheta calabresa y la Camorra napolitana. La mafia corsa, la rusa, la israelí, la gallega, la colombiana dividida en carteles –de Cali, de Medellín, del Valle, del Norte del Valle...–, la mexicana del cartel del Golfo o del de Sinaloa, la de Río de Janeiro, la de São Paulo. Los ejércitos paramilitares privados de los terratenientes del Brasil y de Colombia. Los grupos guerrilleros de las más variadas inspiraciones ideológicas, religiosas o nacionalistas: chechenos, kurdos, talibanes, vascos, irlandeses, tamiles, birmanos, polisarios, kosovares, palestinos, papúes, islamistas, marxistas, neonazis de Noruega o de Alemania, paleocristianos de Alabama, un "ejército de Dios" de no sé cuál república africana, y uno "de la Virtud" que comandaban en Laos dos hermanitos huérfanos y drogadictos de nueve años, que hoy deben de tener quince o estar muertos.

Y a todos esos hay que sumar los mercenarios, belgas o salvadoreños, norteamericanos, españoles o rusos, combatientes a sueldo de ejércitos particulares al servicio de grandes compañías privadas petroleras o mineras, o incluso de gobiernos de potencias que disponen de sus propias fuerzas armadas regulares: tropas de empresas como la Blackwater a la que el entonces vicepresidente de los Estados Unidos Dick Cheney le dio el contrato de la pacificación de Irak tras la invasión, o el Rendon Group al que el entonces vicepresidente de los Estados Unidos George Bush (padre) confió el manejo de la seguridad de Panamá después del bombardeo.
Es mucha gente armada por su propia cuenta. Pero ¿qué salida queda, cuando las demás oportunidades de empleo han sido destruidas por los bancos?

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