A ojo

Tinieblas

Hace unos días la fuerza aérea estadounidense decidió volver a empezar a bombardear las montañas de Pakistán. Digo volver a empezar porque ya las ha bombardeado varias veces, así como ha bombardeado también las vecinas montañas de Afganistán –sólo las separa una delgada línea dibujada en el mapa, y ninguna en la realidad de las cosas–, y todas ellas sin ningún resultado. Sí, a veces muere alguien bajo los bombardeos: un jefe tribal afgano, un jefe tribal pakistaní, un jefe de Al Qaeda, o sus mujeres, o sus niños. Pero la suerte de la guerra no cambia –y ya llevan en ella, o en ellas, pues las guerras de Estados Unidos en la región son por lo menos dos– casi una década.

Hace un siglo, cuando Joseph Conrad escribió El corazón de las tinieblas (esa novela que mucho después iba a servir de guión para una película sobre la guerra estadounidense de Vietnam), pintó una escena grotesca y terrible. Desde el mar, un buque de guerra francés cañoneaba durante horas –un cañonazo cada media hora, o algo por el estilo– la oscura selva de África. Batía a cañonazos un continente. Y no pasaba nada. Creo recordar que las palabras de Conrad eran esas. Que no pasaba nada.

No pasaba nada entonces en el continente africano cañoneado durante un siglo por los franceses y los ingleses y los belgas, ni pasa nada ahora en el continente asiático bombardeado por los norteamericanos –y antes por los franceses, y por los ingleses, y si nos remontamos lo bastante en la historia por los macedonios de Alejandro Magno–, en el sentido de que nada de lo que pasa tiene consecuencias. Muere alguna gente, claro, y se gasta un dinero, y se gana otro, y otro más se pierde. Sí. Pero ¿y qué? Ahora: tampoco es que pase mucho en las novelas de Conrad.

Tal vez el llamado "sentido de la Historia" sea precisamente ese: que no tiene ningún sentido. Fue Marx quien dijo que la segunda vez que suceden las cosas, es decir, cuando las cosas de la Historia se repiten, es remedando en forma de farsa lo que la primera vez fue tragedia. Pero no es así. Es farsa desde el principio. Fue farsa el cañoneo aquel desde el buque francés en mar abierto sobre la masa indefinida del continente africano, vuelve a ser farsa el bombardeo de ahora desde los aviones norteamericanos sobre el continente asiático: viajan desde sus bases en Arabia, en Turquía, en Japón, en Florida. Los resultados son terribles. Y, a la vez, son insignificantes.

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