Apuntes peripatéticos

Muertas de honor

Produce espanto la primera entrega en Público del reportaje de Robert Fisk sobre los asesinatos de mujeres, alrededor del mundo, en nombre del honor. Las cifras son espeluznantes –al menos 20.000 víctimas al año–, y no sólo, si bien predominantemente, en países islámicos. Pues, como señala Fisk, los mismos crímenes manchan a comunidades cristianas e hindúes.
El escritor no menciona a España en esta entrega inaugural de su alegato. Mientras la leía se me iban aflorando abigarrados recuerdos de las muchas obras de teatro del llamado Siglo de Oro leídas décadas atrás (y no tanto después). Sobre todo de Calderón, con El médico de su honra a la cabeza. Porque en este país el código del honor, y los atropellos a que daba lugar, no sólo fue habitual tema dramático, muy a gusto de los espectadores, sino que es fácil ver todavía reflejadas sus secuelas en los numerosos asesinatos "machistas" de mujeres cometidos cada año por maridos y ex amantes. Culpable de todo, en última instancia, es la repugnante creencia –de procedencia bíblica entre otras– de que la mujer es inferior al hombre y, por ende, poco más que su propiedad.

Los casos de honour killing aducidos por Fisk dan ganas de vomitar... y casi inducen a de-
sesperarse ante la estupidez y la crueldad de que son capaces los seres humanos, tan reacios a pensar por sí mismos y tan proclives al tribalismo y a someterse al líder "espiritual" de turno. En nombre de los dioses y los dogmas que nos imponen los sacerdotes llevamos miles de años matando y haciendo sufrir. ¿Nunca nos libraremos de todos ellos?

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