Apuntes peripatéticos

San Sebastián en Madrid

Sabía que lo tenía guardado celosamente una pariente del pintor en un lujoso piso céntrico de Barcelona; sabía que era uno de los cuadros clave del Dalí de los años veinte; imploré sin éxito que su propietaria me lo permitiera ver; y un día me enteré de que la misma, que acababa de entregar su alma a Dios, lo había legado a los monjes de Montserrat. Hacia allí escalé al poco tiempo y valió la pena con creces, porque se trata de una verdadera maravilla.

Acaba de arribar a Madrid por vez primera y constituye la pieza estrella, a mi juicio, de la enjundiosa muestra Dalí, Lorca y la Residencia de Estudiantes inaugurada hace algunos días en la Caixa Forum del Paseo del Prado. Ejecutada en 1926 y titulada Composición con tres figuras (Academia neocubista), la obra, que mide dos metros por dos y tiene un colorido brillante, "cuenta" el desembarco en Cadaqués de San Sebastián, patrón oficioso desde hace siglos, como se sabe, de gays y sadomasoquistas y, qué casualidad, tutelar oficial del pueblo hecho mundialmente famoso por el catalán. Lorca estuvo allí con él durante la Semana Santa de 1925 y otra vez, ya perdidamente enamorado del pintor, en el verano de 1927. El cuadro de marras, como otras de la "época lorquiana" de Dalí, está repleto de alusiones a la relación apasionada y compleja que unía a los dos y demuestra, además, cuánto debía el joven artista a Pablo Picasso.
La muestra contiene otras muchas maravillas, tanto de ambos amigos como de su denso entorno cultural y vital. Pero hay una ausencia cuyo peso se hace sentir en cada momento: la de Buñuel.

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