Apuntes peripatéticos

Apuntes peripatéticos

Hace seis años, el arzobispo británico Michael Fitzgerald, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, hizo unas declaraciones sobre la mezquita de Córdoba que dieron lugar a una considerable polémica. Entre ellas aconsejó a los musulmanes de la ciudad andaluza que "aceptasen la historia" y no pretendiesen "tomarse la revancha" al pedir que se les permitiese rezar en el edificio, al fin y al cabo consagrado como catedral. Les recordó que Juan Pablo II, en su visita a la mezquita de los Omeyas en Damasco, no había solicitado decir misa allí. ¡Todo un ejemplo de tolerancia papal que deberían tener en cuenta los actuales seguidores cordobeses de Mahoma! Luego añadía que no le parecía en absoluto conveniente que en una iglesia católica, cobijadora del Santísimo, orasen otras comunidades.

Escribí entonces que, si el Consejo presidido por aquel prelado quería realmente mejorar las relaciones del Vaticano con el Islam, sería un detalle espléndido autorizar a los musulmanes de Córdoba, y del mundo entero, rezar en la mezquita, tan inmensa, por otro lado, que ello en absoluto afectaría la celebración del culto cristiano. Y aventuré que tal magnanimidad y anchura de miras tendría, entre otras ventajas, una beneficiosa repercusión internacional.
El Consejo Pontificio no les hizo caso a las muchas críticas recibidas. Mantiene la misma postura férrea el actual obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, tan empeñado como aquél en impedir que los musulmanes puedan orar en el maravilloso bosque de arcos y columnas. Qué ceguera.

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