Apuntes peripatéticos

Pasaporte

Uno lo había soñado, víctima estos días de fuerte "marianoalergia"? No, no fue ningún desvarío onírico. Quedó impreso en multiplicidad de periódicos de todas las tendencias. Y está colgado en la red. Ocurrió en Barcelona, el 5 de febrero pasado. Lo que declaró Rajoy fue: "A mí, como español, no me gusta que desde fuera me digan lo que tengo que hacer".
Un día se hará una antología, si no se está haciendo ya, de los obiter dicta de este hombre.

Por aquellas fechas insistía mucho en que las reformas que intenta el Gobierno han venido impuestas desde Europa, sobre todo Alemania. Tales "deberes", manifestó, le ofendían como buen patriota que era. Y dijo lo que dijo olvidando que los que mayormente requerían a España que pusiera en orden su casa eran Angela Merkel y el partido que encabeza. O sea, los correligionarios del PP en versión teutona.
Muy bueno, de todas maneras, el alegato de que el hecho mismo de ser español presupone ya una reacción visceral –se sobreentiende que meritoria– ante cualquier pretensión de enmienda que llegue recomendada desde fuera. La salida me recuerda la inefable teoría elaborada por Ganivet en Idearium español acerca del "ideal jurídico" de sus compatriotas, consecuencia, razonaba, de largos siglos de lucha libre contra los musulmanes, y que se resumiría en una carta foral redactada así: "Este español está autorizado para hacer lo que le dé la gana".
El problema es que España, hoy, pertenece al club europeo. Con la obligación, como tal, de respetar las decisiones comunitarias.

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