Apuntes peripatéticos

No quieren que se sepa

En Vitoria, mientras debatíamos el otro día sobre la Ley de la Memoria Histórica y sus aledaños, llegó para nuestro asombro la noticia de la admisión a trámite, por el Tribunal Supremo, de la querella del seudosindicato facha Manos Limpias
–¡vaya manos limpias!– contra Garzón, el Supuesto Prevaricador. Luego se supo que el ponente, Adolfo Prego, es presidente de honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española, próxima a dicha organización. Con la admisión, ahora recurrida por el juez, queda obvio que ya desde las más altas instancias de la justicia existe un intento de hundir al hombre que tuvo la valentía y el atrevimiento de iniciar un proceso penal contra el franquismo. Grotesco, ¿no?

Después ha sido la intervención de rigor de Cañizares, empeñado en quitarle hierro a la barbarie irlandesa –una nadería comparada con el magnicidio del aborto, claro– y secundado, a las pocas horas, por el ínclito político del PP que vivió tan a gusto bajo la dictadura.

Luego, más desconcierto con la noticia de que la encargada del Juzgado número 3 de Granada ha resuelto desentenderse del asunto de la fosa de Lorca y se lo ha devuelto a la Audiencia Nacional, de donde salió hacia el Sur unos meses atrás. Será el Supremo quien dictamine ahora sobre la competencia: el Supremo que acaba de admitir a trámite la querella contra Garzón.
La otra España está volcada en impedir que se conozca la verdadera dimensión de la represión franquista, cuyo máximo símbolo es el poeta granadino. Le importa un bledo el sufrimiento de tantas familias. Qué porfía.

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