Apuntes peripatéticos

Tacos

Los españoles tienen fama de mal hablados. Hemingway lo reflejó en Por quién doblan las campanas, donde sus versiones inglesas de interjecciones nacionales como "me cago en la leche de tu madre" hacen que cualquier lector anglosajón se muera de risa. No se atrevió, creo, con la ubicua "me cago en Dios" (y sus variantes). Son expresiones que, en su crudeza y mezcla de lo sagrado y lo escatológico, serían impensables en cualquier otro país católico. Cada vez que las vuelva a oír recuerdo no sólo al bueno de Hem sino "El Dios ibero" de Machado, con su campesino de "corazón blasfemo" siempre oscilando entre la gratitud rastrera y el insulto soez. Y ya que van aflorando nombres de escritores, no olvidemos al otro Ernesto, Giménez Caballero, aquel teórico del fascismo patrio para quien el genio de España era sobre todo una cuestión testicular, de cojones bien puestos.

Todo ello suele ir aderezado con una notable dosis de desprecio hacia los gays. Cela se distinguió por unas observaciones repugnantes sobre Lorca. Manuel Fraga, que acaba de soltar su última barbaridad facha, no le ha andado a la zaga en homofobia.
Y no se trata únicamente de malhablados derechistas, claro. Ahí está el reciente ejemplo de Pedro Castro. José Bono ha achacado la ya famosa frase antiborbónica de Joan Tardà a su condición de hombre "algo primario". Pero él mismo atribuyó hace poco, bromeando, la de "hijos de puta" a compañeros suyos discrepantes (por lo de la placa de la sor). Que dicha formulación sea un insulto en un país tradicionalmente tan putero llama la atención. ¡Y luego me quieren decir que España no es diferente!

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