Apuntes peripatéticos

Esperanza

Abandonad toda esperanza los que entrais aquí": no creo que haya en la literatura occidental admonición más escalofriante que la que figura a la entrada del Infierno de Dante. Si existe algo en la vida a que tenemos que aferrarnos es, precisamente, la esperanza. Sin ella la vida resulta impensable.
No habría que abandonarla nunca. ¿Qué decir, pues, de una deidad todopoderosa y omnisciente capaz, no sólo de infligir a sus criaturas severos castigos durante su breve tránsito por este mundo, sino de preparar para quienes le contradicen o se le oponen un lugar de eterno sufrimiento donde la esperanza queda tajantemente excluida?

Es de risa que nos digan ahora algunos teólogos que sólo se trataba de una metáfora, o que, de existir realmente el infierno, no tenemos pruebas de que allí pene nadie. El hecho es que el Dios bíblico, el Dios de la batallas y de las plagas, ha impregnado de terror a gran porción de la humanidad durante milenios, convirtiéndoles en redomados cobardes y fomentando al mismo tiempo su tendencia a ejercer la violencia contra los demás (ya se sabe, "de tal padre tal astilla").
Del Viejo Testamento viene lo del ojo por el ojo y del diente por el diente. O sea, la Ley de Talión. En teoría el Sermón del Monte superaba dicha norma. Pero en la práctica, si contemplamos la Historia transcurrida desde entonces, al Cristo que predicaba el amor al prójimo apenas nadie le ha hecho caso.
La esperanza del mundo está ahora puesta en el presidente electo de EEUU, Barak Obama. Ojalá, después del nefasto y bíblico Bush, sea capaz de traernos muy pronto un poco de sosiego, de cultura y de sentido común.

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