Apuntes peripatéticos

Obama

Después del de veras miserable neocon, ignorante exbebedor y exjuerguista, recuperado por el cristianismo en una de sus vertientes más chabacanas, ¡qué alivio produce este joven Obama que nos habla del medio ambiente y de la innovación energética (¡viva el coche eléctrico!), que alude con respeto a los homosexuales, que arremete contra los sinvergüenzas de Wall Street, que aboga por la igualdad salarial de la mujer, que tiende la mano al mundo musulmán, que habla un inglés enjundioso que llega al corazón del oyente, que despliega una sonrisa capaz de derretir un iceberg de los que aún quedan...! ¡Y que no tarda en cumplir, poniendo inmediatamente en marcha políticas correctoras y sensatas, con la supresión de Guantánamo a la cabeza de la lista!

Hay quienes –los cínicos de siempre– nos aseguran, sin embargo, que el flamante presidente no va a poder cambiar nada, que todo es palabrería, buenas intenciones, que la banca y la bolsa no se dejarán convencer, que los grandes empresarios le volverán la espalda, que las iglesias... Y que, claro, puesto que el poder corrompe, terminará como un corrompido más.
Me niego a estar de acuerdo. Necesito creer en algo y, ya que, como proclaman los famosos autobuses ateos –y me confirma mi amigo Leo Bassi– Dios probablemente no existe, este algo tiene que ser humano. "Hombre soy y nada humano me es ajeno", dijo el comediógrafo romano y ratificó Unamuno. Siendo así, puede considerarse providencial la llegada en estos momentos de un adalid norteamericano culto, con ideas claras sobre cómo tratar al prójimo. Obama ha hecho más en unos pocos días que otros... nunca. Y nos ha devuelto de golpe la esperanza. Albricias y adelante.

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