Apuntes peripatéticos

La Mancha

Gracias a Cervantes se trata de uno de los lugares míticos de la literatura universal. Qué extraño, pues, que a los comentaristas de El Quijote no se les haya ocurrido (que yo sepa) preguntarse por su etimología. ¿Puede proceder, como la mancha que mancha, del latín macula? Y si es así, ¿cómo se explica que tan considerable área geográfica haya merecido esta designación? ¿Sería por una mancha de árboles que la cubriera añtaño? Estuve durante muchos años dándole vueltas al asunto, sin éxito, sobre todo en mis recorridos por la afamada paramera. Encontré la solución del enigma en un librito comprado, en 1990, en un mercado del Pozo del Tío Raimundo. Lo tengo delante. Su título: Contribución a la toponimia árabe de España. Su autor: Miguel Asín Palacios. Su fecha de publicación: 1944. Allí, en la página 118 del mismo, vi: "Mancha (Castilla la Nueva, territorio)" y, después de la palabra árabe, la traducción "alta planicie". Quiero creer que lancé en aquel momento un jubiloso "¡albricias!", aunque ya no lo puedo asegurar. Lo que sí sé es que fue uno de mis momentos de hispanista más felices. Nada de manchas que manchan, nada de metáforas, sino, sencillamente, "alta planicie" en árabe.

Lo cuento aquí porque ilustra, creo, hasta qué punto se suele ignorar la inmensa contribución de dicho idioma al léxico español, la más copiosa después de la latina (más de 4.000 voces, según Rafael Lapesa, muchas en uso diario, amén de una infinidad de topónimos). En los institutos españoles no se imparten ni los rudimentos del árabe. ¿No es un caso flagrante de amnesia colectiva?

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