Aquí no se fía

Las batallitas de Solbes y Zapatero

No he tenido la oportunidad de leer aún las memorias de Zapatero y de Solbes, que han sido presentadas casi simultáneamente en los últimos días. No las he leído, pero escucho con sumo interés lo que vienen diciendo ambos en su ronda promocional por los medios. Y lo que oigo, si he de serles sincero, no me gusta absolutamente nada. Que un expresidente de Gobierno y su vicepresidente económico ni siquiera sean capaces de ponerse de acuerdo sobre cuándo vieron venir la crisis y cómo quisieron hacerle frente resulta un espectáculo muy poco edificante. Y mi penosa sensación, ahora, es que ningún de los dos sabía demasiado bien lo que se traía entre manos. Quizás por eso, la cosa acabó como acabó: con Zapatero abrumado por la magnitud de la tragedia y plegándose a las exigencias de sus socios europeos un malhadado día de mayo de 2010.

Lo que no reconoce Solbes en sus memorias es que él debería haber hecho todo lo posible para que ese día nunca hubiera llegado, empezando por contar la verdad a los españoles, en vez de ocultársela hasta que sus mentiras no pudieron con la evidencia. Igual puede decirse de Zapatero, que no sólo se empeñó durante meses en dibujarnos un panorama que nada tenía que ver con la realidad, sino que además cometió la terrible injusticia de que en la peor crisis de la economía pagaran justo por pecadores. Cuando en mayo de 2010 anunció la mayor oleada de recortes de la democracia, el entonces presidente sabía que los pensionistas, los funcionarios y los ciudadanos en general que se verían castigados por la implacable acción de la tijera no habían sido los causantes de aquella hecatombe.

Pero, aun así, tiro para adelante y desbrozó el camino a la maquinaria pesada que llegó después de la mano de Rajoy para allanar el camino de las reformas neoliberales que hoy asuelan España. Dice ahora Zapatero que lo hizo para evitar los efectos catastróficos de una intervención y puede que hasta la imposición de un Gobierno técnico, como el que desplazó del poder a Berlusconi en Italia. Yo no sé si en aquellas fechas la situación era para tanto, sobre todo teniendo en cuenta todo lo que empeoró después, a pesar de los duros sacrificios que se exigieron a los españoles. De lo que no me cabe duda es de las consecuencias de aquella pésima elección, que deprimió la economía más de lo que ya estaba y nos puso en la senda de los seis millones de parados. Y no es algo que opine sólo yo: el mismo sentimiento tenían las decenas de miles de ciudadanos que retiraron por ello su apoyo a los socialistas en las elecciones de 2011.

Unos ciudadanos tan irritados con Zapatero que cambiaron de voto incluso a sabiendas de que los que vendría luego sería todavía peor.

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