Aquí no se fía

Empleo, sí; pero empleo basura

La despedida del todavía rey Juan Carlos, a la que la mayoría de los medios se han entregado con un abochornante baboseo, ha hecho que pasen más inadvertidos de lo habitual los últimos datos sobre paro registrado puestos en circulación por el Ministerio de Empleo.

Para gran regocijo de quienes defienden las políticas del Gobierno desde el PP y sus aledaños, el número de personas inscritas en las oficinas del antiguo INEM (hoy SEPES) disminuyó en 111.916 a lo largo del mes de mayo, dejando la cifra total en 4,57 millones.

Ese descenso del paro registrado coincidió, además, con un crecimiento nada despreciable de los trabajadores que cotizan a la Seguridad Social, que aumentaron en 198.320 respecto a la cifra correspondiente a abril, ya mejorada por efecto de la Semana Santa.

Como ocurre casi siempre en vísperas del inicio de la temporada turística de verano, el gran tirón del empleo lo proporcionó la hostelería, en la que encontraron colocación uno de cada tres nuevos cotizantes; seguida del comercio, con 14.081.

Esta aparente mejora, sin embargo, tiene una indudable cara oscura: del millón y medio de contratos suscritos en mayo, sólo 64.723 fueron indefinidos y a jornada completa, mientras que el 95,6% restante eran temporales, a tiempo parcial o la dos cosas a la vez.

Frente a estos datos objetivos, habrá quien aduzca (como hacen con frecuencia los habituales palmeros del Gobierno) que, con la que está cayendo en España, más vale tener un trabajo en condiciones escasamente satisfactorias que no tener ninguno.

Pero ésa no es la cuestión: lo que confirman una vez más los registros del SEPES es que los empresarios siguen sustituyendo empleo estable por otro de peor calidad, amparándose en las amplias posibilidades que les abrió la reforma laboral de febrero de 2012.

Gracias a ella, acometieron con verdadera fruición (y por cuatro duros) una limpieza a fondos de sus plantillas, que se tradujo en la desaparición de más de un millón de empleos durante los dos primeros años de la presente legislatura.

Y, al mismo tiempo o inmediatamente después, cubrieron sus necesidades de personal con contratos basura, mucho más baratos y precarios que los anteriores, hasta el punto de convertir a sus nuevos trabajadores en pura y simple carne de cañón.

Ésa es la dura realidad del mercado laboral que la derecha ha querido para los españoles y que, si nadie lo remedia, el PP nos va a legar, como parte de una herencia llena de agravios para la inmensa mayoría de los trabajadores.
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