Aquí no se fía

El papelón del PSOE con Grecia

Después de haber hecho de su capa un sayo con el rescate financiero de España, Mariano Rajoy quiere someter ahora a la consideración de las Cortes el acuerdo impuesto a Grecia, de cuyo importe nos corresponde pagar 10.000 millones de euros, apenas una cuarta parte de lo que en 2012 -al poco tiempo de la llegada del PP al poder- recibimos para que nuestra banca no entrara en quiebra.

Con este repentino reconocimiento a un Parlamento al que lleva ninguneando desde el inicio de la legislatura gracias al uso abusivo de su aplastante mayoría absoluta, el presidente de Gobierno intenta poner a la oposición -y en particular al PSOE- entre la espada de negar la ayuda a Grecia y la pared de avalar unas condiciones que son insoportables para sus ciudadanos.

Porque, obviamente, Rajoy va a llevar a las Cortes el acuerdo como un paquete completo, que se toma o se deja y, por lo tanto, a la hora de explicar el voto, será muy difícil convencer a la opinión pública de que se está a favor de una cosa y no de la otra, suponiendo que en efecto se esté, porque en esta materia el PSOE lleva bastante tiempo intentado nada y guardar la ropa.

Su posición contraria al referéndum convocado por Alexis Tsipras fue sencillamente patética, sobre todo porque iba acompañada de proclamas a favor de un pueblo al que, sin embargo, no consideraba conveniente consultar sobre un asunto de enorme trascendencia para su futuro, con un alarde de cinismo más propio del despotismo ilustrado.

Seguramente, cuando se celebre el debate parlamentario sobre el acuerdo impuesto a Grecia, Pedro Sánchez y los suyos volverán al sí pero no -o al no pero sí- con que están intentando inútilmente salir airosos de unos de los episodios más bochornosos de la historia de la Unión Europea, sobre el que sospecho que la cúpula y las bases del PSOE mantienen posiciones distintas.

No creo que a los militantes socialistas les agrade que sus dirigentes se oponga a dar la voz al pueblo en casos tan cruciales, entre otras cosas porque el partido utilizó ese instrumento cuando lo consideró conveniente, en ocasión tan señalada como la permamnencia de España en la OTAN, y tuvo que batirse el cobre contra quienes esgrimían los mismos argumentos que el PSOE ha utilizado ahora para criticar la legítima iniciativa de Tsipras.

Tampoco estoy seguro de que en las Casas del Pueblo se vea con buenos ojos el apoyo a un acuerdo que inflige durísimos sacrificios a los griegos, más duros aun de lo que hemos soportado los españoles por culpa de las nefastas políticas de recortes, contra las que el PSOE y sobre todo la UGT se han echado más de una vez a la calle, aunque sus movilizaciones por desgracia no hayan servido para nada.

Esta actitud contradictoria probablemente sólo tenga una explicación: la existencia de Podemos y el temor a que cualquier éxito de Syriza, por mínimo que sea, pueda impulsar sus expectativas electorales, arrebatando al PSOE la hegemonía de la que todavía disfruta en la izquierda, circunstancia que es perfectamente posible si nos atenemos a las intenciones directas de voto que reflejan las encuestas.

Si efectivamente es ésa la razón del posicionamiento de Pedro Sánchez respecto de Grecia, no me extrañaría que al final le saliera el tiro por la culata, porque no es posible renunciar eternamente a los principios en beneficio de la lucha por el poder y porque en las urnas, tarde o temprano, las imposturas se pagan.

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