Aquí no se fía

Empleados de quita y pon

Si se entrega un arma a alguien, lo normal es que la utilice cuando la necesite. Y eso es exactamente lo que están haciendo los empresarios españoles con las armas legales que se les han entregado  para contratar y despedir trabajadores a su entera conveniencia. Como consecuencia de ello, el mercado laboral se ha convertido en una especie de montaña rusa, que sube y baja de forma cada vez más imprevisible. O, mejor aún, en un alocado carrusel, del que tan pronto se entra como se sale por culpa de ese inquietante fenómeno que se llama temporalidad.

Los datos sobre paro registrado que se dieron a conocer el miércoles son una muestra más de la diabólica dinámica en que anda metido el mercado laboral. Aunque agosto es tradicionalmente un mes malo para el empleo, este año ha arrojado cifras que nos retrotraen a los momentos más agudos de la crisis. No sólo subió en 21.679 el número de personas inscritas en las oficinas del antiguo INEM, sino que la Seguridad Social perdió 134.289 cotizantes. Con el agravante de que ahora el PIB está en una fase crecimiento, dentro del supuesto proceso de recuperación del que tanto alardea el Gobierno.

La explicación oficial de este batacazo, que contradice a quienes dan por superada la recesión, es que se trata de una circunstancia pasajera, exclusivamente atribuible al final de la temporada turística veraniega. Sin embargo, hay datos muy inquietantes, como que el 31 de agosto, justo el 31 de agosto, se rescindieran nada menos que 333.107 contratos de trabajo. Una cifra que carece de precedentes y que refleja la creciente premura de muchos empresarios por sacarse de encima personal, aprovechando una legislación laboral que les permite tener empleados de quita y pon.

Ellos sostienen que de eso se trata: de que el marco normativo sea lo suficientemente flexible para que el empleo se adecúe a las necesidades de cada momento. Porque, en caso contrario, las empresas pueden morir aplastadas por el peso de sus propias plantillas. Pero es que da la casualidad de que ahora, en conjunto, las empresas prácticamente han recuperado el nivel de beneficios del que disfrutaban antes del estallido de la crisis. Mientras que los trabajadores siguen sometidos a los vaivenes del mercado laboral y están cada vez más empobrecidos debido a la caída de los salarios.

Hay quien dice que así es el curso natural de las cosas, que primero tienen que llegar los beneficios y sólo luego habrá un crecimiento sostenido del empleo. Habrá que verlo. De momento, lo que está claro es que las empresas vuelven a ganar bastante dinero, pero se la siguen cogiendo con papel de fumar antes comprometerse con sus trabajadores más allá de lo imprescindible. Lo que sugiere, por otra parte, que no acaban de creerse del todo ese futuro de color rosa que pinta Rajoy con más y más vehemencia a medida que se acercan las elecciones.

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