Aquí no se fía

Cláusulas suelo: pierden los abogados, ganan los asesores fiscales

El Gobierno no sabe cómo salir del embrollo de las cláusulas suelo, y retiró ayer por segunda vez el procedimiento extrajudicial que había ideado para resolverlo. Por lo que se sabe de él, los bancos dispondrán de tres meses para ofrecer una fórmula que compense a sus clientes por los intereses que les obligaron a pagar de más. Si no llegan a un acuerdo, éstos siempre tendrán la posibilidad de acudir a los tribunales, con el coste de tiempo y dinero que eso conlleva siempre.

Si fuese así, el decreto que fija el procedimiento no aportaría, en realidad, grandes novedades. Los titulares de hipotecas con cláusulas suelo ya tienen derecho a presentar una reclamación antes sus bancos, y a optar por la vía legal si se sienten desatendidos. Lo único que haría el Gobierno es poner un plazo para que la respuesta no se eternice y los afectados se rindan por puro aburrimiento.

Para quien sí puede sería un alivio es para la justicia, pues una avalancha de demandas agravaría su ya tradicional colapso. Se calcula que hay al menos tres millones y medio de hipotecas en vigor con cláusulas suelo, y la sola perspectiva de tener que hacer frente, uno a uno, a tal volumen de litigios resulta abrumadora. Con las preferentes existía el mismo peligro y el arbitraje permitió conjurarlo.

Por la misma razón que a los tribunales les viene bien la vía de los acuerdos, para los despachos de abogados que han alentado las demandas masivas contra la banca es una auténtica catástrofe. El gozo que les produjo la sentencia del tribunal europeo que abrió la puerta a reclamar con carácter retroactivo la anulación de las cláusulas suelo, caería en un pozo.

Pero hay otro colectivo al que la actuación del Gobierno en este asunto le puede suponer un pingüe negocio: el de los asesores fiscales. Hacienda pretende que los contribuyentes que se dedujeron los intereses pagados por aplicación de las cláusulas suelo, tributen por el dinero que los bancos les devuelvan. Y eso supone hacer las declaraciones complementarias del IRPF correspondientes a cada año.

Se trata, obviamente, de un engorro considerable, que habrá quienes prefieran dejar en manos de especialistas, aunque sea a cambio de pagar una minuta. Cuánto se embolsarían los asesores fiscales gracias a ello es difícil de preverlo. Pero sí hay una idea aproximada de lo que Hacienda esperar recaudar: en torno a mil millones de euros. Echen ustedes cuentas.

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