Aquí no se fía

Cuando la creación de empleo pone en riesgo las pensiones

La verdad siempre se abre paso, por encima de las mentiras y de las ensoñaciones. Hace justamente tres años, el 7 de marzo de 2014, publiqué aquí mismo un artículo cuyos pronósticos, por desgracia, se han hecho realidad. Entonces me llamaron agorero y metepatas. Pero el tiempo se ha encargado de poner las cosas en su sitio.

El artículo se refería a la implantación de la tarifa plana que brindó a los empresarios la oportunidad de pagar menos a la Seguridad Social por los contratos indefinidos, sin introducir suficientes cautelas.

Aquello, en mi opinión, podía estimular en algunos casos la sustitución de trabajadores veteranos por otros nuevos y más baratos. Cosa altamente probable en un país donde los empresarios tienen tendencia a fiar las ganancias de competitividad más a la rebaja de los costes laborales que a la innovación.

También apuntaba en el artículo el riesgo de que la medida anunciada a bombo y platillo por el Gobierno tuviera un impacto negativo en la recaudación de la Seguridad Social, comprometiendo la estabilidad de sus cuentas aún más de lo que por entonces ya estaba.

Hoy se puede asegurar, sin lugar a dudas, que la tarifa plana ha tenido efectos secundarios indeseables. No porque la idea en sí misma fuese mala, sino por cómo se decidió financiarla y porque no incluyó limitaciones más severas para impedir los excesos.

La tarifa plana y las otras bonificaciones que disfrutan los empresarios cuestan del orden de dos mil millones de euros al año y, por tanto, tienen parte de la culpa de que, pese al aumento del número de cotizantes, la Seguridad Social sea incapaz de generar los ingresos suficientes para cubrir sus gastos.

Habrá quien diga que la prioridad era reducir el paro, pero fue una irresponsabilidad manifiesta poner en peligro el sistema público de pensiones, que este mismo año terminará de comerse los 66.000 millones que llegó a guardar su Fondo de Reserva.

A no ser que se pretendiera precisamente eso.

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