Cuaderno de Bitácora

La protesta contra el Front Driver, desde dentro

Tras la partida del Arctic Sunrise sin autorización del Puerto de Tarragona, a expensas de que se pagase la fianza establecida de 6.000 euros, el capitán Pete Bouquet despliega una carta marítima y explica su siguiente paso. Navegará próximo a la línea de tránsito de los grandes buques con la intención de localizar el Front Driver, un mercante de 153.000 toneladas que transporta carbón.

Procedente de Suráfrica, como el C.Summit, sobre el que ya emprendió una acción de protesta el pasado miércoles, y con el mismo destino, el Puerto de Tarragona, el carguero lleva una velocidad de 14 nudos y medio, lo que dificultará el trabajo de las embarcaciones neumáticas que saldrán esa tarde a su encuentro.

Los activistas y miembros de la prensa que participarán en la acción reciben el aviso de preparar los monos especiales para el agua y chalecos salvavidas. Después de los preparativos sólo queda esperar. El cielo está despejado, pero el viento de fuerza 4/5 hace que se formen olas y el barco de Greenpeace cabecea de forma muy acusada. La forma de su casco, diseñada para moverse en el hielo, hace que se mueva más de lo habitual.

"La acción de esta tarde es muy light", dice uno de los activistas, refiriéndose a que sólo se pretende acompañar al mercante durante un tiempo exhibiendo pancartas sobre los perjuicios del quemar de carbón. El aviso de la cercanía del mercante desata inmediatamente una actividad febril. Mientras los participantes se visten adecuadamente el Artctic Sunrise se detiene para bajar las zodiacs al mar. Una vez en el agua, y con dos tripulantes a bordo, cada una de las dos embarcaciones que participarán en la protesta se acerca a uno de los costados del barco, donde se abre una puerta, para recoger al resto de tripulantes. El balanceo del barco convierte esta operación en una difícil y arriesgada maniobra.

"No saltes", avisa Oli, primer oficial, ayudando a todos a embarcar. Hay que esperar el momento adecuado en el que la zodiac se coloca a la misma altura que el suelo. Con brusquedad la borda pasa de encontrarse un metro por debajo de la puerta hasta casi llegar a superar la zona más alta. Aprovechando intervalos de unos pocos segundos de aparente calma todos consiguen embarcar sin incidentes.

Navegando en paralelo con el Arctic Sunrise ambas zodiacs se dirigen al encuentro del Front Driver. Un aviso por radio pone los motores a más velocidad y lo que era un agradable paseo se convierte en una navegación incómoda, saltando sobre las olas, con fuertes golpes y continuos salpicones de agua. Por fin se avista el carguero. Incluso desde lejos impresiona su tamaño, pero desde cerca asusta. La proa del mercante forma una ola a ambos lados que pone en serio peligro a las pequeñas embarcaciones de Greenpeace. El estado del mar, y principalmente la velocidad que hay que mantener, convierten la travesía en una sucesión de saltos y violentos golpes sobre el agua. El mar golpea la proa levantando cortinas de agua de más de diez metros. En cada cresta las zodiacs saltan en el aire. Tras cada cresta hay una depresión con lo que el salto mantiene a los tripulantes volando durante unos segundos. El encontronazo con el agua es a veces tan duro que no es posible agarrarse. En la neumática de la prensa las cámaras caen al suelo y los tripulantes con ellas.

 "¿Estás bien?", pregunta Gonzalo, de Greenpeace. Aturdido aún por el golpe el periodista sólo puede responder: "Todavía no lo sé, me duele todo". Pero con dolor o sin él los golpes y saltos no paran así que no queda otra opción que volver a subirse a la borda hinchable, que amortigua ligeramente las sacudidas, y agarrase con toda la fuerza posible a la línea de vida, una cuerda que rodea toda la embarcación. Las manos apenas tienen fuerza para sujetarse. Todos se han golpeado con mayor o menor intensidad. Sólo son los primeros cinco minutos, aún  queda más de una hora.

En esas condiciones los activistas luchan por desplegar sus pancartas, y eso que su embarcación está mucho mas cerca del carguero. La acción no va dirigida contra el barco ni su armador, pretende, con una imagen, conseguir llamar la atención sobre las consecuencias del cambio climático. Pero las fotografías y los vídeos, por buenos que sean, no dan una idea verdadera de la dureza de esos momentos, de la entrega necesaria para mantenerse allí, a pesar de todo, hasta lograr su propósito.     

Cuando todo acaba aún queda regresar al Arctic Sunrise. Aún queda embarcar de nuevo. Para Greenpeace el trabajo sólo acaba de comenzar. Media hora después de llegar, Chus, el ayudante de cocina, se encuentra en su puesto. "Éste es mi trabajo" dice sencillamente. Raúl, un voluntario que ha participado desde la embarcación de prensa, se ha quitado el mono para el agua poco después de las cuatro de la tarde. A la una de la madrugada aún seguirá editando las cintas de vídeo que luego se distribuirán a los medios. Aún queda mucho trabajo por delante.

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