Lo mismo que el médico cuando no sabe qué tienes te dice que es un virus y te da algo que tanto sirve para un catarro como para un lumbago, Rajoy afirma que acabará con el paro, pero no dice cómo y con el conocido argumento de que lo hicieron una vez y lo volverán a hacer. El propio Aznar le ha recetado que presente "un programa muy claro y sin oscuras sombras".

Pero da igual. Ni la presumible corrupción del PP, ni su chulería, ni la buena marcha en la lucha contra el terrorismo, ni los importantes avances de Zapatero en otras materias, ni las trapacerías de Aznar y del propio Rajoy al comparar la crisis del 96 con la actual, tendrán influencia alguna: el único juez decisorio serán las cifras del paro. La oficina comunitaria de estadística Eurostar ha señalado que en la eurozona el paro ha descendido al 9,9 y en España subido al 20,5, es decir, el doble. Y el Banco de España predice que el paro se mantendrá en 2011 y todo 2012 en el 20,5%, cifra con las que no se pueden ganar una elecciones. De nada valdrá decir que la recuperación económica es un hecho y que seguimos sentando las bases para un nuevo modelo productivo y para la competitividad. Puede tener razón Zapatero, pero la cifra del paro es una puñalada mortal en la decisión de los votantes.

Y si encima el Presidente anuncia que seguirá con sus reformas hasta que llegue en precario el nuevo aspirante con el tiempo justito  y por tanto tiene que asumir el lastre antisocial de las reformas ya hechas y por hacer, sus posibilidades serán casi nulas. Que se enteren: si no cambian la política económica de Zapatero no ganarán nunca. En las autonómicas y municipales ya les van a dar la primera dosis de ricino.

El nuevo candidato tendría que presentar un verdadero programa socialista y de izquierda, partiendo de cero con relación al actual o será siempre un cadáver enterrado bajo la sombra de Zapatero. Aunque, ríanse, ¿y si nadie quisiera ser candidato?  ¡Ya está bien de trabajar para la derecha!