Puntadas sin hilo

Camino de la histeria

En mi hambre mando yo, dejó escrito José Luis Sampedro. Pues no llevaba razón: En mi hambre manda la Unión Europea. Y en la de todos los españoles.

Con una sola pregunta, un amigo me ha convencido de la imposibilidad, o al menos inconveniencia, de salirnos del euro y de Europa: ¿Cómo viviríamos sin petróleo?, me pregunta. Y se me abrieron las carnes. Efectivamente no nos venderían ni podríamos pagar el petróleo que consumimos y que es vital para subsistir salvo que volviésemos a la vela y al candil. Todo es petróleo en nuestras vidas. La fuente de toda energía. Mediten unos segundos sobre ello, cómo sería España, cómo nos apañaríamos nosotros, y saquen conclusión.

Por tanto estamos presos de Europa. Ya nos equiparan a Eslovenia y no podemos rechistar. A obedecer. Y, como se sabe, son implacables para cobrar el crédito o pufo que le metieron a los sucesivos presidentes de Gobierno y que sin rubor alguno se pavonean: al que ahora le molesta que protestemos ante las casas con niños, al que incumple normativas paseando sus perros por playas prohibidas, al que se buscó el momio vitalicio del Consejo de Estado, y al actual que es como el botones de la Merkel.

Y el botones, disfrazado de de Presidente de Gobierno, ya ha anunciado que el próximo día 26 dará cumplida cuenta de la última (por ahora) orden: nuevo mazazo a las pensiones, despidos aún más baratos, y subidita de impuestos. Todo un gusto. Por tener petróleo.

De modo que no me hablen de que el Rey abdicaría si le garantizasen la inviolabilidad judicial, de que el juez Bermúdez habría metido en la cárcel a Bárcenas si no le hubieran quitado el asunto, de la ocultación del aborto de Letizia que un primo detalla en un libro, de que si a la Infanta le levantan la imputación, de si Feijóo tendría que dimitir si fuera decente, de la perra que han cogido los diputados de Ezquerra Republicana hablando catalán en el Congreso, quebrando unos principios por defenderlos, de nada, no me hablen de nada, no me interesa. Lo único cierto es que dentro de un año seremos más pobres que las ratas (perdón por el pesimismo-realismo crónico) para que los turistas alemanes puedan seguir viniendo a tostarse en Canarias a nuestra cuenta. Pero tendremos petróleo, aunque no tengamos dignidad, y solo tendremos deudas a perpetuidad.

Algo hay que hacer, no podemos estar en manos de un botones y una estricta gobernanta. Algo se podrá hacer, digo yo. ¿O preferimos ser esclavos para siempre? Tal vez escuchar al pueblo. Pero ello no entra en sus códigos de conducta. Prefieren que todo reviente. Aunque se masque la tensión día a día. En todos los órdenes: social, político y económico. ¿O es una alucinación de algunos, entre los que me incluyo? Vivimos entre el disparate, el temor, el descontento y la desconfianza. Nadie está en su sitio cabal. ¿Y cuál es el sitio cabal?, se preguntarán ustedes. El sitio cabal sería la reorganización del país. Mandar al geriátrico a la viejecita que es la Constitución. Ponerse de acuerdo. O al menos sentarse para comprobar si nos podemos poner de acuerdo. Volar España o arreglarla. Todos estamos desquiciados por todo, no existe la menor concordia en nada, tenemos los nervios alterados. Estos tipos nos han llevado a la histeria colectiva.

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INFORMACIÓN PROCESAL SOBRE LA IMPUTACIÓN DE LA INFANTA CRISTINA: Ha causado gran sorpresa la contundente aparición e intervención de la Abogacía del Estado, defensora de los intereses económicos del Estado, en el caso Urdangarin a raíz de la imputación de la Infanta. ¿Hasta ese momento no se sentía el Estado perjudicado por la actuación de Torres y Urdangarin? Si le retiran la imputación, quedarían marcados de por vida la Monarquía y el Gobierno. Confiemos en la justicia del tribunal.

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