Puntadas sin hilo

Asco y repulsión democrática

Si Luis Bárcenas no aporta nuevos, contundentes e indubitados documentos, Mariano Rajoy habrá ganado la partida política para permanecer en el poder, aun en contra de la repulsa generalizada de los ciudadanos, pues se puede afirmar que prácticamente nadie duda de que los papeles de Bárcenas son ciertos. Pero falta algo que envíe definitivamente a Rajoy a la lona, y su capacidad de resistencia ante lo evidente es infinita, arropado, además, sin fisuras por sus adictos sumisos e inmarchitables.

De nada valdrán la ética y estética exigibles por decencia. De nada valdrán tampoco los meandros judiciales, que tardarán años en sustanciarse, dada la complejidad del asunto. Ni valdrá de nada la buena o mala marcha de una hipotética mejoría económica, que es camino paralelo a la corrupción sin que lleguen a encontrarse.

La prensa internacional tampoco descalifica por completo las explicaciones ofrecidas por el Presidente, sino que se simplemente manifiestan que son insuficientes.

Los ciudadanos descontentos se limitarán, al no tener opción a más fuertes quejas, a manifestar su convencimiento y asco de que el señor Rajoy ha mentido, miente y seguirá mintiendo desde el pedestal de las urnas que le encumbraron a tan penosa mayoría, y encima es probable que crean tener razón, pues ya se sabe que las razones se moldean a conveniencia de intereses.

No se perciben movimientos de discrepancia dentro del propio Partido Popular, y los posibles cabecillas para poner en aprietos al Presidente, como puedan ser José María Aznar o Esperanza Aguirre permanecen en silencio y no da la impresión de estar sumidos en intrigas, apoyados o no por algunos medios de comunicación.

Naturalmente, si Rajoy tuviera razón en que se equivocó al depositar su confianza en el ex tesorero, querría decir que el señor Rajoy es tonto de capirote y por eso no se siente culpable. Y también significaría que el señor Bárcenas o se descuidó en su acopio de datos comprometedores o no es tan terrible como aparenta. Las culpas in eligendo e in vigilando, normas fundamentales aún vigentes del Derecho romano, no gozan en la práctica de méritos bastantes para exigencia de responsabilidades concretas por fraude de ley. El pueblo español ha dictado sentencia, per la justicia, no. Y la opinión del pueblo ya sabemos que es papel mojado y sin valor. La estructura y resultado de las urnas es incambiable durante los cuatro años por muchas fechorías y mala gestión que hayan cometido los beneficiarios. La presunción de inocencia es una figura jurídica, que no es preceptiva en lo político, lo cual genera confusión e intereses encontrados. Rajoy es un muerto viviente, pero anda y hace daño.

España queda, pues, condenada y sumergida en un marasmo democrático y una situación indeseable y de difícil arreglo; como siempre los ciudadanos a un lado y los políticos al otro lado de la frontera. Tiempo convulso y de asco el que nos espera. No se dan cuenta el Gobierno y el PP, es decir, Mariano Rajoy, del enorme descrédito de las instituciones, todas, Gobierno inoperante, Parlamento ineficaz, y un Tribunal Constitucional que hace agua por los cuatro costados. Rajoy está destrozando el país. No sería preciso convocar elecciones porque la situación económica y anímica del país no permite esta actuación democrática. El señor Rajoy debe ser sustituido por alguien del propio Partido que haya estado presente ayer en el Senado. El señor Rajoy debe tener el coraje de irse, porque aparte de ser un mentiroso, puede llegar a ser un personaje político innoble.

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