Puntadas sin hilo

Hay que desmitificar la figura del Rey

Nunca entendí el enorme interés y la importancia que concedemos a la figura del Rey, habida cuenta de que no manda nada, no tiene el menor poder ejecutivo, y su papel es puramente representativo y casi simbólico.

Todo lo que firma lo hace ‘obligado’ por el Gobierno de turno como mero trámite, y, si se negara, las Cortes Generales podrían destituirlo sin contemplaciones. Si le ocurre algo grave, inmediatamente es relevado por el sucesor prefijado en la Constitución y sin sobresalto alguno. Su sucesión es una circunstancia ajena a él, impuesta y controlada por el Parlamento y por tanto por el pueblo español. La figura del Rey, de España y los de otras varias naciones, está sobredimensionada y lejos del gran poder de decisión de anteriores reyes, tanto absolutos como ya en monarquías parlamentarias. El Rey no decide nada, su papel se limita a moderar, y prueba de ello es que los sucesivos Gobiernos no le hacen caso en ninguna de sus recomendaciones, que simplemente escuchan con respeto. Porque, naturalmente, buen cuidado tiene el Rey de no excederse en sus atribuciones. Que, por cierto, las lleva con bastante dignidad, dejando aparte sus últimos deslices personales. Dejemos constancia de su acatamiento parece que sincero de la democracia y sus normas. ¡Aunque vaya usted a saber qué pasa por su cabeza! Pero más vale esto que nada, dirá.

Quizás la razón de este ‘mitificación’ reside en el ancestro histórico de la necesidad que alguien que represente y ostente el poder y la autoridad, así, y muy principalmente, en el sueño popular de identificarlos, a él y a su familia, con los cuentos de hadas tradicionales; por eso todo lo relativo a la Corona es carne de información rosa.

El único inconveniente serio es que su sucesión sea estipulada por razones de sangre, cosa que no ocurriría con un Presidente de la República. Pero dado que no mandan nada, ni el Rey ni un hipotético Presidente de la República, pierde toda importancia el debate Monarquía o República. Da igual un régimen que otro. De todas formas, un sistema republicano debería imponerse como más moderno, si algún día se abriera la posibilidad de cambio de la Constitución española, ya un tanto renqueante. Otra posibilidad distinta sería que el Presidente de la República fuera también Presidente del Gobierno, como ocurre en muchos países.

En cuanto al tema tan pregonado de la abdicación, dada ya su edad y sus repetidas dolencias, pienso de modo temerario que quizás no abdique preocupado por si con ella perdería su inviolabilidad, y consecuentemente podría ser llevado a juicio por varias cuestiones, caprichosas o falsas, como puedan ser sus negocios y patrimonio. O quizás que aunque seas rey demediado, lo coges gusto y no renuncias por creer en tu misión histórica. Debería ser obligatorio no abdicar, pero sí jubilarse. El hecho cierto es que su reinado ha transcurrido y transcurre en paz, aun en medio de constantes tensiones de todos conocidas.

No sería normal que el Rey se operase por la Seguridad Social y en lista de espera, pero tampoco sé si es muy correcto tirar de un renombrado cirujano que trabaja en Estados Unidos, aunque sea español. No sé si hubiera sido más adecuado ponerse en manos de alguien que trabaje en España. En cierto modo es una pequeña afrenta a los profesionales españoles y a nuestra sanidad, que tanto pregonamos como puntera. Claro que los futbolistas con lesiones graves y los ricos riquísimos también se operan en el extranjero. Pero el Rey, aun desmitificado, no es un futbolista ni un financiero de alto vuelo. Es el Rey y español, un personaje público.

Con toda sinceridad, le deseo lo mejor. Y no olvido su actuación en el ya lejano 23-F.

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