Puntadas sin hilo

¿Y si suprimiéramos los tribunales de justicia?

Me decía un amigo, eminentísimo jurista, que las sentencias serían más justas si se dictaran por el procedimiento de la pajita, consistente en que cada parte escondiese una pajita en la mano, tirar de ella y el que sacase la más larga ganaría el pleito o era absuelto. Al menos habría un 50% de aciertos, decía mi amigo, lo que no ocurre en la realidad. En el juicio del Prestige, por ejemplo igual hubieran salido dos o tres condenados.

Si casi nunca estamos de acuerdo con lo que deciden los tribunales, salvo que decidan lo que nosotros deseamos, ¿por qué no suprimirlos? El azar es decisivo en todos los órdenes de la vida, el amor, la enfermedad, el trabajo, la riqueza..., ¿por qué no la justicia? No habría prevaricaciones ni corrupciones en los tribunales, y el ahorro de tiempo y dinero sería gigantesco, que podríamos dedicar a fines sociales. Ninguna sentencia provocaría nuestra ira ni nuestra decepción. Si a Urdangarin lo condenaban porque había sacado la pajita más corta, mala suerte para él. O a los cientos de imputados en Gürtel o EREs andaluces, aunque en estos dos casos sería más aconsejable utilizar los bombos de la Lotería Nacional o del bingo del Canoe, mejor que tanta pajita. La sensación de amargura sería la misma.

Los tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial quedarían reducidos a dos, o mejor dicho, a uno, el ejecutivo. O sea, como ahora. Los políticos tendrían que resolver sus diferencias ellos mismos sin la socorrida treta de acudir a los tribunales y dejar que se pudran.

Incluso podría haber recursos ante el Tribunal Supremo o el Constitucional, pero siempre por el sistema de la pajita. ¿Qué salía que a Catalunya había que dejar que decidiese y celebrara su deseada consulta¿ Pues se aceptaba sin mayor trauma, evitando enfrentamientos, como se acepta que el Supremo, la Audiencia Nacional y los distintos juzgados decidan si excarcelan o no a terroristas y violadores, que siempre sale que sí y con la pajita no se sabe.

Desaparecería la frustración de la gente por su desconfianza en la Justicia. Nos someteríamos al azar, y seríamos un país menos sórdido. Es más, este sistema debería aplicarse a otros órdenes de la vida, por no decir a todos. Se sortearía quién tendría trabajo y quién no incluyendo a ejecutivos y clases distinguidas, quién es rico y quién no, si se desahucia a Botín o al que Botín desahucia, quién es de derechas y quién de izquierdas. Si éramos un país laico o un país nacionalcatólico, como ahora, República o Monarquía. Porque sí, efectivamente, el azar es una necesidad antes que una elección, y España sería más justa.

Me daría por contento con que esta chorrada y disparate de artículo sirviera al menos de humilde llamada de atención a que ni los jueces, ni los que los eligen, ni los políticos que hacen las leyes puedan ofender constantemente al pueblo. ¿O será cierto que los tribunales no pueden desaparecer porque están al solo servicio de los poderosos?

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