Puntadas sin hilo

La corrupción

La corrupción es consustancial al ser humano. La lleva inserta en el alma. Sin distinción de fronteras ni ideologías.

Importantes dirigentes políticos y empresariales chinos trasladaron cientos de millones a paraísos fiscales occidentales en lo que constituye un escándalo mundial. Un terremoto comunista. En China estas cosas se juzgan rapidísimamente y con la pena de muerte como norma. Veremos si, a causa de la relevancia de los implicados, la corrupción también alcanza por benevolencia a quienes deben decidir.

Es una noticia tremenda, desmoralizadora. El que esté libre de pecado...

Pero no solo la corrupción económica es el cáncer. La corrupción de todo tipo: moral, social, jurídica, periodística, deportiva, religiosa, política. Es nauseabundo el ambiente universal. Que por supuesto no exculpa al nuestro. La corrupción es la bestia negra de la Humanidad. Las sospechas se hacen realidad. Nadie está libre. Ni siquiera nosotros, simples ciudadanos. Todos somos corruptos en potencia. Si no lo somos es por no presentarse la ocasión. Aunque antes de que se presente nos consideremos incorruptibles. En nuestra vida sentimental lo somos. Y en nuestra vida familiar (¿o acaso las infidelidades no son corrupción?). La hipocresía es una modalidad de corrupción. La adulación, la explotación laboral, la sumisión, la resignación. Hasta las revoluciones son corruptas, o terminan en ella. Y, por supuesto, las conciencias, que todo lo justifican, son pasto fácil para la corrupción.

La corrupción tiene nombre de gusano. Dentro de la manzana. China lo tenía. El mundo necesita una purga, una reestructuración de su ADN. La Historia muestra que la corrupción existe desde el principio de la Humanidad. A lo largo del tiempo y del espacio. No ha habido época ni lugar en que no haya sido determinante y protagonista. Naturalmente, España no se libra. Por mucho que nos insistan en que no todos son, somos, corruptos, y que éstos son minoría. Es el segundo asunto que más preocupa a los españoles, solo superado por el paro, que es otra forma de corrupción impuesta. Pero en el fondo lo consideramos intrascendente, hasta nos divierte y nos transforma en jueces justicieros. La presunción de inocencia ha devenido en fracaso, en falsa coartada, en disculpa. La organización social es un caldo de cultivo.

Mientras, en Davos los ricos del mundo se aprestan a encubrirla y prolongarla. Su corrupción es suprema: la corrupción de considerarla lo normal. Pero todo rico es corrupto. Hasta los chinos.

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