Puntadas sin hilo

¿Qué pasaría si hoy se celebraran elecciones generales?

La bomba de hidrógeno que ha supuesto Podemos hace que no sea descabellado afirmar que las ganaría la nueva formación, aun sin estructura confirmada, o en el peor de los casos se convertiría en el primer partido de la oposición, a corta distancia del ganador, que, previsiblemente, sería un Partido Popular renqueante y herido. Es tal el ansia de cambio que las estadísticas históricas quebrarían de plano por corta que todavía sea la vida política de Podemos, un fenómeno sociológico nunca ocurrido en nuestro país y no sé si en el mundo. Millones de descontentos invadirían las urnas, desoyendo los avisos de mal agüero de que los comunistas, que no son, volvían amenazantes. Jóvenes y mayores no lo creerían y asumirían el riesgo de lo nuevo, ahora vigilado, eso sí. Los conservadores y su masa también acudirían, espoleados por el miedo, pero caían titubeantes y en el fondo conscientes de que no habían sido del todo justos con sus avaricias y corrupciones; lo único que podría salvarles es que se encontrase petróleo en Canarias, y por eso hoy ha dado luz verde a su búsqueda. El PSOE se había quemado a lo bonzo, IU se había convertido en fuerza de apoyo, y los demás partidos, nacionalistas incluidos, ni pinchaban ni cortaban, así de claro. Frente a tal avalancha no existía Ley d’Hondt que se opusiera ni ley electoral que lo impidiese. Era como una diminuta Revolución Francesa por lo pacífico, un asalto a la Bastilla de España y de los cuarteles de invierno de la reacción más repugnante.

Ese día, hoy, había nacido una nación, libre de ataduras y ponzoñas. Los españoles volvían a confiar en sus capacidades y en las de los nuevos dirigentes, ahora, repito, estrechamente vigilados, en evitación de desmadres y heterodoxias indeseables. Ni el poder emborracharía ni era erótico ni corrompía. Era simplemente ser gestores honestos del pueblo. Lejos, por supuesto, de toda dictadura y extremismo. El Parlamento volvía a ser un Parlamento, la Justicia fiel imagen de lo justo, y el Gobierno una oficina de reclamaciones y asuntos pendientes. Lo llamaban democracia y lo era, y, que sí, que sí nos representan. El cuento de la lechera era un libro de texto, obligatorio en Educación y Ciudadanía. La leche del voto había llegado a destino. Lo más sorprendente, era, fue, que no pasaba nada extraño, antirrevolucionario o antisocial, todo se había producido sin sobresaltos. Los españoles estaban contentos, y la vida comenzaba a transcurrir con normalidad. La normalidad de la decencia conseguida. Nos sentíamos ciudadanos, nos sentíamos libres, nos sentíamos solidarios y por fin nos sentíamos no humillados.

Por todos esos temores y razones hoy no habrá elecciones generales. Aún falta año y medio para que ocurra, pero la suerte de la razón está echada. Es inevitable. El tiempo que falta para que los efectos de la bomba se consumen. Particularmente, yo soy menos ambicioso. Ya saben que yo no quiero demoler el mundo, solo mejorarlo un poquito. Por eso me conformaría y conformaré con que Podemos en lo económico nos devuelva a la situación anterior a la crisis con menor desigualdad, en lo político no se envilezca, en lo ético no tenga tacha, y en lo social resplandezca. Y si les sobra tiempo, con que impulsasen un nuevo proceso constituyente.

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Gota ALARMANTE: PODEMOS ha conseguido su primera alcaldía, la del pueblo valenciano Benicull, gracias al transfuguismo de su alcalde de Esquerra Unida, que se ha pasado al grupo de no adscritos y se ha declarado colaborador activo de Pablo Iglesias. Ya empezamos. Iglesias debería abortarlo de cuajo.

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