Puntadas sin hilo

¿Y si no le aceptáramos la renuncia?

En un primer momento pensé que Rajoy, en un rapto de sensatez y grandeza, iba a dimitir. Luego pensé que el Rey iba a abdicar en Pablo Iglesias para ponerse a la última. Enseguida pensé que Juan Carlos I habría sido un rey trascendente si anunciase su renuncia con el ruego a las Cortes Generales de que sometieran a la consideración de los españoles si deseaban la continuidad monárquica o preferían la opción republicana. Pero no; todo quedó en una cutre abdicación en su hijo Felipe, que por lo visto está muy bien preparado.

Durante estos años y en numerosos artículos, he insistido en dos puntos: uno, mi reconocimiento al Rey por su actuación en el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, pese a los dislates inventados; otro, mi creencia de que don Juan Carlos no manda absolutamente nada al no disponer de poder ejecutivo alguno, por imperativo constitucional, y al contrario de lo que ocurría con las monarquías anteriores, empezando por su abuelo. Por tanto éste es un asunto que apenas me interesa, más allá de lo pintoresco, y no alcanzo a comprender la relevancia enorme que se le concede. Me da igual quién reine, ni pincha ni corta. Afortunadamente el sistema democrático lo tiene embridado y reducido a un papel re relaciones públicas cualificado. Y hasta me da igual que España continúe bajo forma monárquica o se instituya en república. El mismo sistema democrático embridaría igualmente al teórico presidente de la República. Como escribe Javier Cercas no se trata de monarquía o república, sino de mejor o peor democracia. Prefiero mil veces vivir en una monarquía como la sueca que en una república como la siria. Únicamente sería deseable por dignidad ante la muerte ominosa de la República anterior a la guerra civil. Ni siquiera me parece básico el hecho de la sucesión por sangre, puesto que quien sea, y siempre como figura casi de adorno, tiene las alas cortadas, por mucho que el mundo del corazón rosa incida en la nostalgia de los españoles, y además porque las Cortes pueden relevar al rey cuando lo estime conveniente. De ahí que me mueva entre la chanza y el asombro. Ni política, ni económica ni socialmente cambiaría nada en España sea quien sea el rey o el presidente de la República. Mandamos los españoles a través de los políticos que decidimos libremente en elecciones periódicas, y ahí es donde radica la batalla a librar. Muchísimo más importante que la cuestión monárquica es el odio que entre todos hemos generado hacia los políticos y los méritos que éstos han hecho para que los despreciemos. O afrontamos eso o, además del rey, seremos nosotros quienes estemos desnudos. Pablo, arréglalo.

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Curiosidades: 1. ¿Cuánto le quedará de pensión?

2. Parece que perderá su inviolabilidad. ¿Se atreverá alguien de los que tanto le han acusado a presentar demanda o querella por alguna de sus actividades, públicas o secretas?

3. El PSOE apoyará al Partido Popular en todo el proceso necesario para aprobar la abdicación y promover la sucesión. ¿Cuántos votos le costará, llevará en su programa, sea quien sea el candidato y el secretario general, que el PSOE se declara republicano?

4. ¿Habrá perdones para los urdangarines, bárcenas, gürteles, sobresueldos, dobles contabilidades e incluso eres andaluces con motivo de la proclamación de Felipe VI?

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