Puntadas sin hilo

Rato, en el crematorio de las desdichas

Son tantas las cosas que se juntan que es difícil digerirlas todas. Los chóferes de los directivos y consejeros de Caja Madrid y Bankia también tenían tarjetas opacas. Pero no eran para ellos, sino para hacerles los recados a los señoritos. Ya me extrañaba a mí que Rato fuera en persona al cajero para sacar efectivo. Sería como ver a Aznar o a cualquier pez gordo en la cola para renovar el carné de identidad.

El PP lo resiste todo. Es un búnker a prueba de bomba de escándalo. ¿Alguien cree que a Rato lo van a condenar? Un incómodo pasatiempo, no más. Ya ha dicho que lo de las tarjetas era parte de su salario. ¡Salario! ¡Qué impúdica queda esta palabra en sus labios! Pase lo que pase, el PP nunca tiene la culpa. Ni de la gestión del ébola ni de las tarjetas aunque los directores generales fueran nombrados por ellos ni de los sobresueldos y cohechos ni de su inmovilismo frente a Catalunya ni de nada. Pero lo asombroso es que les siguen votando. Probablemente gane las elecciones de nuevo, con o sin mayoría absoluta, pero las gana y gobernará aliándose con quien haga falta y ofreciéndole lo que sea. La explicación es que los votantes piensan firmemente que ‘los otros’ son peores y siempre que gobiernan arruinan España, porque las crisis económicas mundiales solo las sufre el PP. Y si unos son peores, ‘los otros de los otros, los nuevos’ son populistas y comunistas, aunque, según parece, en el transcurso de su Asamblea han conseguido 20.000 nuevos afiliados, alcanzando ya los 150.000. (A propósito, estos últimos tampoco llevan en su programa que los procesos judiciales no se eternicen. Deberían proponer alguna solución, porque, si no, esto es insufrible y desesperante).

Rato ha sido la representación genuina de la alta y distinguida burguesía social y financiera que, por ósmosis, ha gobernado las estructuras políticas en España durante siglos. Un hombre ejemplar, ahora en entredicho sacudido por la negligencia y la avaricia que él cree justa y adecuada. Ha entrado en el crematorio social y su cadáver y sus cenizas han dejado de ser un icono máximo de la derecha. La política ya le es ajena, y la condena social es revisable. Con tarjeta o sin tarjeta, seguirá teniendo chófer y se reirá del mundo, de su partido y de nosotros, y las grandes empresas y multinacionales lo seguirán contratando porque su pedigrí y su sabiduría financiera y trapacera son inmarcesibles. Rato, todo un ejemplo para principiantes de la astucia y la codicia. En su honor digamos que no llegó a Presidente del Gobierno por, según se cuenta, discrepar de Aznar sobre la participación de España en la guerra de Irak. Tiempos aquellos. Mi reino por una tarjeta. Rato, puro PP, aunque ahora haya pedido su suspensión temporal de militancia para defenderse, dice, mejor. ¿Qué pasa, que siendo del PP no puede defenderse?

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