Puntadas sin hilo

Dos cuestiones trascendentales

Dentro de la política nacional, y más allá del laberinto griego y del pacto nuclear con Irán, resulta increíble y sorprendente el muy escaso interés de la mayoría de españoles por el devenir de Catalunya, acentuado ahora por el pacto de Oriol Junqueras y Artur Mas para una lista independentista unitaria que prevé la secesión de Catalunya en seis meses tras las elecciones del 27 de septiembre de tufo plebiscitario y que previsiblemente ganarán de forma incuestionable. Da la impresión de que a los españoles no les preocupa en absoluto que Catalunya se independice o no, ya sea por respeto a la decisión que puedan tomar los catalanes, porque les da igual lo que ocurra o porque el fondo confían en que no se producirá o porque el Gobierno de turno lo impedirá si ello es posible con medios legales puesto que la fuerza ya no es posible, y se supone que el Ejército obedecerá al poder político. Cinco veces he escrito sobre Catalunya y han sido los artículos que menos han interesado a los lectores y más les han aburrido.
Por su parte, los catalanes, y pese a lo que digan las encuestas, están dispuestos a esforzarse al máximo en el intento y decisión unilateral de la independencia. N o les preocupan las consecuencias. Ni siquiera que la nacida República de Catalunya quede fuera del euro y de la integración en la Unión Europea. En ese sentido sería curioso ver qué ocurre en tal situación y qué posibilidades hay de sobrevivir aceptablemente, una vez que Grecia lo ha evitado a costa de su quebranto económico, sin caer en la ruina total. La no admisión de Catalunya en la Unión Europea, digan lo que digan los políticos catalanes, sería indiscutible ante el veto, al menos, de España y la unanimidad necesaria.
Catalunya y su destino marcarán la política española de los próximos meses-años. Es inaudito que los españoles, preocupados por paparruchas y controversias sin calado, se encojan de hombros y desprecien esta cuestión, que sin duda les afecta y muchísimo. Prefieren hablar de la página web del Ayuntamiento de Madrid que de Catalunya. Los lamentos y acusaciones vendrán después, cuando ya sea tarde.

El otro asunto trascendente es, en mi opinión y aun pareciendo menor, el de la llamada a la Unidad Popular y al deseo de que Podemos se integre como uno más en la plataforma Ahora en común, como si de esto dependiera un hipotético y muy difícil triunfo en las elecciones generales, dado el sistema español por circunscripciones provinciales, lo que hace muy costosa la consecución de escaños de terceras fuerzas en al menos las 30 provincias con menor número de diputados a elegir. Podemos ya ha manifestado que de ningún modo se va a subsumir en la plataforma, sino que actuará en solitario y con su marca, aunque reservando plaza en sus listas para quienes deseen participar con ellos. Cree, además, que una plataforma como en las municipales no tendrían éxito en las generales. ¿Quién tiene razón? Lo aparente y lo que seduce es que la tenga la unión; lo probable es que la tenga Podemos. Una lástima la discrepancia, pero es lo que hay.
Ahora, tímidamente, se habla de la posibilidad de una unión que se llamase Podemos-Ahora en común. Tal vez no sería desacertado, siempre y cuando la cabeza de cartel fuera Pablo Iglesias y se llegara a un acuerdo en los programas y en la organización de la campaña. Pero no será fácil por la socorrida recriminación de soberbia y vanidad del líder, y, entre otras cosas, por la premura y precipitación que burocráticamente supondrían tales alianzas. Ocurra lo que ocurra, esta cuestión, aparentemente menor, repito, es clave para renovar las anquilosadas estructuras políticas españolas. Si no hay acuerdo, no deberían descalificarse unos frente a otros, sino empujar cada uno por su lado. Como con Catalunya, los lamentos y acusaciones vendrán después, cuando ya sea tarde.

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