Asuntos & cuestiones

Una familia original

La verdad es que me gustaría asistir a una comida en casa de los Berlusconi, aunque lo de intervenir en la charla de la sobremesa debe de ser complicado, porque no es fácil compartir el discurso surrealista de la familia. Por un lado se arranca don Silvio y dice que es mejor ocuparse de los transportes que de los homosexuales. Uno piensa: "pues sí, la verdad es que es mejor, parece sensato" y, sobre todo, teniendo una idea de por dónde va el presidente italiano, sería conveniente por el bien de los propios homosexuales que estuviera siempre entretenido en otros menesteres y no se ocupara nunca de ellos. Pero en estas reflexiones andamos cuando sale su señora diciendo que en Italia se penaliza a la mujer en política, que se tiene de ella una visión horizontal. Uno se pregunta ahora: ¿se lo habrá comentado alguna vez a su marido? Cuando habla del machismo que se respira en Italia, ¿lo hace por el ejemplo que vive en casa, o queriendo decir que su marido es sólo un buen italiano? Llegados a ese punto le tocaría el turno de nuevo a don Silvio, que podría decir: "Lo malo de la televisión es que salen muchas tías en biquini bailando coreografías absurdas". La señora, un poco indignada, abundaría: "O que un imbécil, que está casado, le declare su amor a la presentadora dejando en ridículo a su parienta". Don Silvio reiría la ocurrencia de su pareja y así, jugando a que son otros, se les pasaría la tarde en un suspiro. Tal vez la felicidad consista en eso, en la inconsciencia total, en no tener referencia de lo que se es, en no ser responsable de lo que se hace o dice, en desconocer el sentimiento de culpa. La vida, al margen de la conciencia, se convierte, entonces, en un maravilloso y puro suceso biológico.

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