Asuntos & cuestiones

Encubrir el crimen, segunda parte

Sorpresa y estupor producen las reacciones al artículo que escribí sobre la represión de la posguerra. Los que cuestionan el artículo en el que me preguntaba por qué el resto de los pueblos puede hacer autocrítica de su pasado y nosotros no, tienden, bajo distintos camuflajes, a la justificación del golpe de Estado de 1936. Yo soy hijo de vencedores, no escribo con ánimo de revancha, es el sentido común el que me lleva a repeler el crimen, la violación, la tortura, el abuso desde el poder con desprecio absoluto por la vida, entonces, ahora y siempre. Es la única posición decente, lo demás es ruin, miserable. No hay que mirar el carné a los muertos para comprobar que son de los nuestros antes de calificar un crimen.

A esto se ha jugado, y mucho, con las víctimas del terrorismo. En Madrid lo sufrimos con el 11-M. Y me preocupa mucho que no sólo sean descontrolados internautas quienes justifican aquello, sino también personas con responsabilidad de gobierno que bajo los más peregrinos escrúpulos intentan que desconozcamos los hechos. Condenan con tibieza el franquismo, pero se exaltan cuando se habla de casos concretos, y siempre vuelven a la guerra como si el crimen orquestado desde las salas de la judicatura fuera consustancial a la victoria. A la cúpula nazi se la juzgó en Nüremberg en condiciones dudosas, en presencia de testigos internacionales, pero no se inició una campaña de exterminio contra el alemán por haber participado en la guerra.
A la memoria de aquellos jóvenes, hombres y mujeres que fueron asesinados, o cuya vida quedó truncada para siempre en las cárceles de represión franquista por luchar por la libertad de su pueblo, todos, los vencedores y los vencidos, debemos rendir homenaje, al tiempo que manifestamos nuestro profundo desprecio hacia la crueldad sanguinaria y cobarde, para que nada parecido vuelva a ocurrir, porque este, y no otro, debería ser nuestro deseo. "La justificación" sólo denota una añoranza que nadie decente puede analizar sin náusea.

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