Las declaraciones de Zarzalejos, ex director de ABC, en las que, aparte de manifestar su opinión personal sobre la figura de la presidenta de la Comunidad de Madrid, señala que nunca en su vida profesional ha tenido presiones como las que sufrió de Esperanza Aguirre, son sólo una muestra más del desprecio que la presidenta electa, con mayoría absoluta, siente por la libertad. La televisión que administra es un ejemplo meridiano de hasta qué punto saltarse las reglas del juego y fabricar un panfleto sectario de propaganda, no al servicio de un partido, sino a mayor gloria de ella misma, puede llevarse a cabo con total impunidad y a costa de los ciudadanos.

Recordemos que, cuando pretendió el asalto a la cúpula de su partido, en su afán de llegar a ser presidenta del gobierno, a Mariano Rajoy le vendían como a un imbécil en Telemadrid, su televisión. Desde la emisora de la iglesia, Jiménez Losantos le concedía el honor de ser el tipo más miserable, traidor, bobo y, como consecuencia, incompetente, de la historia de la política española. También tuvo palabras terribles para Alberto Ruiz-Gallardón, que acabó llevándole a los tribunales. Esperanza Aguirre podría haberse tomado mal que alguien azotara con tanta virulencia al líder que dice respetar y defender, o a su compañero de partido, pero lejos de ello, le premió con la adjudicación de cuatro licencias de televisión y, como de todos es sabido, tuvo la desvergüenza de pedir al rey comprensión para el personaje. Mientras, los trabajadores de Telemadrid, pedían inútilmente la solidaridad de sus compañeros periodistas por la situación vejatoria en la que se ven obligados a trabajar en condiciones de censura y manipulación inadmisibles. Los medios afines a esta derecha defienden estos ataques a la libertad sin ningún pudor, cargando contra el que denuncia.

Se demuestra, una vez más, que la libertad no es un bien consustancial a la democracia, sino que tiene sus peores enemigos en aquellos a los que se ha encomendado su custodia. ¡Defendámosla!