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Y Esperanza abandonó la lucha

Esperanza Aguirre se suma a un acto para "romper con el espíritu del 68", ese que la delata como la ácrata que es en cada declaración, en cada aparición pública. Decide abandonar la barricada y los años de feroz lucha en favor de la libertad, de la mujer, la democracia, la igualdad de oportunidades y, por supuesto, contra la represión, la tortura, el secuestro y el dolor que la dictadura llevó durante decenios a millares de hogares españoles.
Era un consuelo para los oprimidos ver ondear por Madrid la melena rubia de la lideresa de la libertad en un tiempo en el que el terror era dueño de la calle. Era la encarnación de la indignación contra el atropello, el favoritismo y la explotación del trabajador indefenso. La heroína del franquismo, de mayo del 68 en París, y de Bombay, cuarenta años más tarde, se toma un merecido descanso. Probablemente, cansada de tanta lucha altruista, ha decidido abrir un paréntesis en su vida y pensar un poco en ella. El pueblo debe ser generoso y entender sus razones.

Desde el foro de una universidad privada, como corresponde a su rango, y mientras reduce el presupuesto de la universidad pública en un 35% por culpa de la maldita crisis, en aras de la libre elección de enseñanza, Esperanza se suma a esa derecha que rompe con el espíritu del 68.
Se equivocó Pedro Castro. Los "tontos de los cojones" fueron los que lucharon en el 68 para que mujeres como Esperanza Aguirre pudieran alcanzar responsabilidades de gobierno y, mientras aquellos tontos daban la cara, los beneficiarios del espíritu del 68 amasaban inconmensurables patrimonios a la sombra de la tiranía. Estos de la derecha no son, no eran "tontos de los cojones". Crueles, carentes de escrúpulos, despiadados, sí.

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