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Nadie es profeta en su tierra

En España tenemos  a uno de los genios del pensamiento contemporáneo: José María Aznar. El presidente de honor del Partido Popular es capaz de elaborar opiniones como esta: "Muchos europeos piensan: finalmente hemos llegado a la presidencia, creen que Obama es un antiestadounidense", o que la llegada de Obama acarrea un previsible desastre económico. Un fenómeno incomprendido.

Ahora, mientras las caras visibles de su partido entierran al primo de Rajoy en el mismo nicho que a la niña, el que, para algunos, ha sido el mejor presidente de la historia de España, se apunta a una cumbre de "escépticos" sobre el cambio climático. Si lo hubiera sido con las armas de destrucción masiva de Irak, más de un millón de personas habría salvado la vida. Dice el señor Aznar que para qué vamos a preocuparnos de un problema que quizá tengan nuestros tataranietos, y quizá no. La cumbre la promueve un instituto independiente que recibe fondos de la industria petrolera y que se llama Heartland (Corazón de la Tierra), unos románticos que, además, son altruistas, ya que dicen que mejor que dedicar fondos al supuesto desastre climático es dar de comer a los pobres. Eterna preocupación de los neoliberales, hacer grandes fortunas para dar de comer a los pobres. Alguien debería decirles que una de las consecuencias del cambio climático (quizá no) es la desertización, la ausencia de cosechas para dar de comer a esos pobres, que serán muchos más (quizá no), pero eso sería tanto como llamarles estúpidos a la cara.
Mientras, su mujer, doña Ana, del mismo partido, reparte DVD por los colegios alertando a los niños sobre las consecuencias del cambio climático. Definitivamente, Aznar debe hablar catalán en la intimidad y la concejala no se empapa de conocimiento, no se entera.

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