Asuntos & cuestiones

Por respeto a la Historia

La estatua de Franco no se retirará de las calles de Melilla hasta que se le dé una ubicación conveniente. El señor Imbroda, presidente de esa ciudad autónoma, alega que el monumento no ensalza la condición de dictador del general, sino su colaboración en la liberación de la plaza del asedio enemigo.

Está bien traído, pero no es la primera excusa que se emplea para dificultar la retirada de monumentos conmemorativos del dictador que terminó con la democracia en nuestro país, provocó una guerra civil y, lo que es más grave, tras concluir la contienda, alentó, consintió y amparó la persecución y el asesinato de decenas de miles de personas inocentes. También podría usted sugerir que se le elevara un monumento en el centro de la ciudad para destacar sus cualidades como jinete o jugador de billar, pero debería comprender que, como administrador de una democracia, es difícil amparar la presencia en sus calles de alguien que dio la orden de asesinar a los que defendían el sistema que le ha dado a usted la Presidencia.

Si tenemos en cuenta que el candidato a las elecciones europeas del Partido Popular, de centro, Jaime Mayor Oreja, recuerda la dictadura de Franco como un tiempo de "extraordinaria placidez" sin que nadie de su partido se eche las manos a la cabeza, yo le sugiero que se lleven la estatua a la sede de Génova, donde, sin duda, el insigne militar, al que tanto admira como estratega, se encontrará como en casa, a salvo de las cagadas de las palomas y, de paso, dará consuelo a aquellos que militan en sus filas añorando aquellos "maravillosos años" cuando todo funcionaba como un reloj perfecto.

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