Asuntos & cuestiones

Reencuentro

Hola, ya estamos aquí después de las Navidades. Tras este lapsus de fraternidad fingida, atiborramiento colectivo y despilfarro generalizado, todo vuelve a su ser. Aquí seguimos con cierta envidia, como siempre, de los españoles de verdad, porque, haciendo referencia al poeta Gabriel Celaya, sus cantares pueden ser sin pecado un adorno.

A los progres se nos exige coherencia, objetividad, cambio de chaqueta en función de los ingresos y, lo que es más gracioso, dar caña a todos, a los que nos provocan náuseas y también a los que admiramos. Consideran estos señores españoles de toda la vida, guardianes absolutos de la Constitución Española, contra la que lucharon y no votaron, y Reserva Espiritual de Occidente, que todos estamos a su servicio, y que la libertad torna en libertinaje en el mismo instante en que alguien escribe al margen de sus intereses. Todo el que no comulga con la España Una pasa a ser un pesebrista pagado por el Gobierno, del mismo modo que antes cobraba de las arcas de Moscú.

Yo no pienso así de sus escritores favoritos. La mayoría creen las barbaridades que escriben y, cuando insultan, con esa altanería tan característica de nuestra intransigente derecha de centro, lo hacen desde el odio, no por dinero. Ojalá fueran mercenarios de la pluma, cabría pensar que el ser que ocupa su cuerpo aún conserva cierta capacidad de respeto y tolerancia, la libertad no estaría tan amenazada. Mientras, nos entretenemos viendo a próceres de la patria, de sexualidad heterodoxa, presidir actos a favor de la familia, preocupados por no llegar tarde a la cita con uno de esos pecadores que condenan desde la tribuna. Esa es mi España.

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