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Energías renovables

Caroline Cartwright ha demostrado ser una mujer bastante desinhibida. Una jueza la ha condenado a prisión por los ruidos que emite mientras hace el amor con su marido. Los vecinos relatan "gritos sobrenaturales y golpes durante toda la noche", lo cual ha sido refrendado por la magistrada, que se quedó estupefacta al escuchar las grabaciones que le trajeron los denunciantes. Uno se pregunta: ¿Toda la noche gritando, saltando, golpeando, y bombeando? ¿No será Steve, el marido, sospechoso de portar un arma de destrucción masiva?. La verdad es que para poner a la oronda de Caroline patas arriba hace falta una palanca que ya quisiera el propio Arquímedes apoyando su ley.
Ahora que vivimos en tiempos de igualdad, sorprende que nadie le haya cargado parte del muerto al marido como inductor

de los hechos. Le están ninguneando. Tal vez estemos ante el único responsable y la buena de Caroline no sea más que la
víctima de las truculentas artes amatorias de Steve, que la transportarían a estados de trance donde todo el sistema nervioso central escaparía a su control para entrar en episodios convulsos con erupciones espasmódicas.
Busqué la foto de la pareja y, mientras ella aparece de lo más lozana aunque distante del canon antropométrico que rompe hoy día, a él se le ve consumido y muy triste. No sabe uno si es por la sentencia que puede alejarlo de su objeto de deseo, o porque se le queda corta y el pobre prefiere darse un respiro aunque sea para tomar carrerilla y afrontar lo que le espera cuando su chica salga del talego con hambre atrasada. Eso, si no convierte las duchas en el carnaval de Río.

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