Ya lo han confirmado. El señor Zaplana anuncia que van a impedir la renovación del Consejo del Poder Judicial. La excusa es lo de menos. Ya nos podemos echar a temblar. ¿Qué están tramando? Mientras, los muchachos que pusieron, magistrados intachables, adictos a la causa de la España verdadera, siguen mohínos haciendo la comedia de que no se encuentran cómodos en el cargo. Pobres. Bueno, vamos a consolarles un poquito. Yo entiendo que debe de ser violento estar en un puesto que debería ser independiente, mientras el portavoz del partido de la oposición pregona que dicho puesto está a su servicio. Es muy humillante. Si además le sumamos que el cargo carece de legitimidad porque ya expiró el mandato, la cosa empeora. Y de remate, no tener espacio para exigir disculpas porque supondría la renovación fulminante, que es lo que se trata de evitar por ambas partes. Sí, debe ser incómodo. El PP vende la presencia de estos jueces en el CGPJ como una amenaza, como un castigo al Gobierno por las insalvables desavenencias que les separan. Y ellos, sus señorías, aceptan impasibles esa condición de verdugos del Gobierno elegido democráticamente, aceptan ser una condena dictada por el Partido Popular. La cuestión sería surrealista y hasta graciosa, y uno sentiría curiosidad por entender qué lleva al PP a evitar que se cumplan las reglas de los nombramientos, si no fuera porque se da por sabido que el señor Zaplana está avanzando que sus señorías van a continuar acosando al Gobierno con sus decisiones, que van a seguir al servicio de quien les impone contra viento, marea y la propia ley que deberían respetar. Ustedes seguirán ahí, señorías, y yo aquí, erre que erre, pero yo del lado de la Justicia, un pequeño matiz.