Asuntos & cuestiones

Sorpresa

Hace unos meses comentaba la capacidad de influencia de los medios en la opinión colectiva, especialmente cuando se ponen todos del mismo lado transmitiendo al ciudadano la sensación de encontrarse ante la verdad absoluta, la incontestable. En concreto, me refería al resultado de una encuesta en la que Álvaro Uribe salía como el político mejor valorado de América Latina y Hugo Chávez, como el peor.

Me extrañó el cariño que profesan los españoles al presidente colombiano, a pesar de que en aquel país el asesinato político, y no lo digo en sentido metafórico, está a la orden del día. No parecía influir en el ánimo de los medios la situación en la que viven algunos periodistas amenazados (junto a sus familias) y que les ha obligado en muchas ocasiones a vivir en el exilio. La existencia de los llamados paramilitares, presentados a la opinión pública como "un fenómeno de la naturaleza" imprevisible y de origen desconocido, ejercía de filtro inhibidor eximiendo al Gobierno de toda responsabilidad en los crímenes que cometen, a pesar de eso que llaman los juristas colaboración necesaria, por acción u omisión. La dirección selectiva de los atentados no parecía levantar las sospechas acerca de quién andaba detrás.
Ahora, según revelan unos documentos, se ha descubierto que el Gobierno colombiano también era actor en esta guerra sucia ante la "sorpresa general". Es el inconveniente de atribuir el mal en exclusiva a Fidel Castro, Hugo Chávez y Evo Morales; no queda espacio para nadie más. Es el momento de volver a recordar los cientos de miles de asesinatos cometidos en Guatemala bajo un silencio atronador durante años en los que nunca supimos como se llamaban aquellos presidentes: eran de los nuestros. Así se escribe la historia o, mejor dicho, no se escribe.

Más Noticias