Me entero de que el ministro de Defensa alemán tiene problemas porque en su tesis doctoral incluyó párrafos de otros autores sin citarlos. Se llama Gutenberg y es descendiente del inventor de la imprenta, lleva la reproducción de textos en los genes. Esta acusación de plagio que pasaría en nuestro país como una travesura del pasado, y que nada tiene que ver con su responsabilidad actual, está a punto de fulminar su carrera política. La propia Merkel ha intervenido para defender a su ministro y pedir que se aclare todo el asunto, pero sin mojarse sobre su futuro si se confirman las acusaciones.

Uno tiene que mirar repetidas veces al mapa para concluir que Alemania está muy cerca geográficamente, pero a infinita distancia en lo ético. Me asombra el sentido de la responsabilidad que tienen aquellos servidores de lo público. No sé cómo soportan ser socios comunitarios de un país como el nuestro, donde altos cargos de la Administración acusan a los jueces de estar al servicio del Gobierno, reivindican la recepción de regalos relacionados con la actividad pública como algo legítimo, alegan suerte con la lotería para justificar ingresos desmesurados, se pasean en lujosos coches que no saben si son suyos, se manifiestan defensores de "la familia" cuando son preguntados por el enriquecimiento de sus parientes, invitan a sus banquetes a destacados cabecillas de tramas corruptas, abundan en una teoría conspirativa que señala al Gobierno como coautor del mayor atentado terrorista de nuestra historia y, de paso, le acusaron de financiar al terrorismo.
Ahora entiendo por qué se ponen tan ciegos de sangría en Benidorm: para olvidar dónde se encuentran.