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Llegan los sondeos: comienza el partido

Se acercan las elecciones, y como si alguien hubiera gritado la palabra mágica, "¡petróleo!", el paisaje se llena de sondeos. Lo que resulta sorprendente, si damos crédito a estos estudios, es el talante masoquista o la disociación esquizoide de una buena parte de los electores.

La diferencia entre el resultado a la pregunta ¿quién prefiere que gane? y la intención de voto es grande, lo que revela que un alto porcentaje de ciudadanos vota a alguien que no quiere que gane. ¿Será mono de penitencia ante la deserción de los fieles de los templos?

Y otra cosa queda clara una vez más: la fidelidad del votante del PP. Las encuestas lo sitúan entre el 80 y el 92 %. Sacan casi los mismos votos, hagan lo que hagan, y esta nefasta impunidad les permite muchas alegrías. El engaño, la falta de respeto por las instituciones o la corrupción consentida y amparada no les pasa factura y asusta al resto. Tras esta legislatura, donde han hecho del atentado del 11-M y el terrorismo de ETA una estrategia política carroñera, legitimando la mentira como norma, con una falta del más elemental sentido de la responsabilidad, con un exceso de crueldad hacia las víctimas inadmisible, y con una actitud de los medios de comunicación afines que sólo puede ser calificado de miserable, la consecuencia lógica es que se hubieran convertido en un partido marginal, por la honestidad de sus votantes; pero no es así.

Las encuestas hablan de empate técnico y dejan en sus conclusiones una sensación de desventaja y frustración desoladoras, aunque pierdan, al comprobar cómo una gran parte del pueblo español premia el juego sucio. ¡Qué triste y amenazadora es la decadencia moral de los que exigen desde la más absoluta intransigencia!

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