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Al pan, pan, y al vino ya veremos

El hurto de las siglas y de los símbolos por parte de la derecha está llegando a cotas de delirio. Antes, cada bloque tenía su cantinela. Los unos utilizaban las palabras patria, bandera, imperio, estandarte, apolítico, etc., mientras que los otros componían sus discursos con solidaridad, coyuntura, justicia, "popular", masas, proletariado... Cuando vino la democracia, la derecha, que había empleado toda su energía y su aparato represivo en evitarlo, se camufló y adoptó los términos de los demócratas. Se empezaron a llamar así mismos "liberales", cuando hasta ese momento habían utilizado el término, exclusivamente, como insulto. Otro adjetivo propio de la izquierda era "popular". La palabra "popular" provocaba náuseas en la derecha española, baste recordar que la coalición de partidos de izquierdas en las últimas elecciones de la segunda república se llamó "Frente Popular". Sin embrago, el partido de la gran derecha española decidió bautizarse como "popular", creando de nuevo una gran confusión semántica. El partido de la clase social más alta se bautizaba con el nombre que representaba a la clase trabajadora. Rajoy afirma que está con los artistas que no llegan a fin de mes. Es el caso de Aguirre, por eso ha escogido el partido adecuado para solucionar sus problemas de renta. Ahora, los más locuaces representantes de la derecha española dan en llamar fascistas a los demás. Y uno se pregunta: ¿dónde están los fascistas del siglo XXI? ¿en qué partido militan? Y los que se llaman fascistas a sí mismos con orgullo, que todavía quedan, ¿a quién votan? Ahí está la clave, y ahí están todos. A lo mejor llega un día en que se llamen a sí mismos antifascistas, y sin dejar de sentir nostalgia por la dictadura, la leche.

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