Balagán

Tranvía de Jerusalén

Pronto comenzará a funcionar una línea de tranvía en Jerusalén. Irá desde el asentamiento judío de Pisgat Zeev, en el sector ocupado de la ciudad, hasta el monte Hertzel, en el sector judío, y atravesará dos barrios palestinos. El tranvía fue un empeño de Ehud Olmert cuando era alcalde de la ciudad santa, antes de ser primer ministro.

Aunque todavía no funciona, ya ha suscitado algunos problemas. El otro día la empresa que lo gestiona preguntó a los posibles usuarios judíos si aceptarían que los palestinos también usen el tranvía, lo que ya da una indicación del racismo implícito en la pregunta y las consecuencias que puede tener. Una posibilidad que se baraja para resolver este "problema" es que el tranvía no se detenga en las estaciones palestinas, a pesar de que cuando se anunció su construcción algunas autoridades judías dijeron que sería una muestra de la "convivencia"  entre judíos y palestinos. Es igual que cuando empezó a construirse el muro de Cisjordania. Entonces las autoridades israelíes dijeron que no tendría repercusiones para el movimiento de los palestinos. Los israelíes dicen casi siempre lo que quieren oír los occidentales, pero luego hacen todo lo contrario.

Un segundo problema que ha surgido ha sido la exigencia de la comunidad ultraortodoxa judía de que al menos uno de los cuatro coches de que consta cada tranvía sea para uso exclusivo de hombres religiosos. La segregación por sexos no existe en ninguna otra parte del mundo occidental, pero sí en Israel, donde hay incluso autobuses separados para uso de hombres y mujeres. La dirección de la compañía que gestiona el tranvía está considerando seriamente abrir los coches separados para los distintos sexos.

Uno y otro "problema" descubren las peculiaridades de Israel, que por un lado se presenta como un país moderno y occidental, mientras que una parte importante de su realidad cotidiana poco tiene que ver con la realidad de Europa.

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