Balagán

El emperador está desnudo

La semana pasada tuvo lugar un congreso sobre antisemitismo en Bruselas. Uno de los ponentes fue el embajador de Estados Unidos en Bélgica, el demócrata Howard Gutman, que dijo que una de las causas más importantes del antisemitismo en el mundo es el conflicto de Israel con los palestinos, es decir la ocupación de los territorios palestinos.

Esta opinión, que se da con mucha frecuencia por todas partes, es anatema en Israel, y ni siquiera se le permite decirla a un judío como Gutman sin que al instante la artillería israelí descargue toda su furia contra quien la pronuncia. Ayer mismo, la Casa Blanca se vio obligada a criticar a su embajador en Bruselas después de que varias organizaciones del lobby judío en Estados Unidos hicieran lo propio y pidieran a Obama que castigara a Gutman.

Gutman era consciente de que sus palabras iban a desatar una tormenta, así que antes de hablar se disculpó ante la audiencia en el congreso que organizó la Unión Judía Europea, el enésimo lobby proisraelí que opera con la misión esencial de terminar con el antisemitismo sin acabar con la ocupación.

Gutman dijo que una cosa es el antisemitismo conocido, que hay que condenar, y otra es el odio que emana de la persistencia del conflicto entre Israel y los palestinos.

Para acabar con este odio, lo mejor sería que Israel abandonara de una vez por todas los territorios ocupados, incluido el Golán sirio, pero esto es algo que no aparece en el horizonte político de Israel. Esta negativa contumaz hace que haya algunas personas que creen que Israel se emplea a fondo para que el antisemitismo perdure, ya que éste sirve a sus intereses de mantener unido al pueblo judío. Decir esto último también es anatema en Israel.

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