Balagán

El legado de Irak

Barack Obama guarda sus cartas. La administración ha dicho que el presidente las hará públicas en cualquier momento y que son apabullantes en cuanto en lo que se refiere a establecer un vínculo entre el régimen sirio y el uso de armas químicas en el área de Damasco el pasado 21 de agosto.

El New York Times, sin embargo, dice que las pruebas no son tan determinantes como se ha dado a entender y no vinculan directamente a Assad con lo ocurrido entonces en el Guta. Sugiere el periódico que la orden partió de alguien de mucho menos peso que Assad, de un oficial del ejército que no se ha identificado, según Foreign Policy.

El régimen, mientras tanto, sigue negando oficialmente que haya usado armas quimicas y apunta a la oposición, aunque esta acusación no se entiende muy bien en Occidente.

El premio Nobel de la paz que Obama recibió tras ganar las primeras elecciones le vino grande durante el primer mandato y le está viniendo grande también durante el segundo mandato. Los exabruptos del primer ministro David Cameron también parecen impropios de un mandatario de su categoría.

No es una cuestión baladí que las acciones de los principales responsables políticos del planeta no siempre son claras, como se ha visto recientemente con todo el lío de las escuchas ilegales.

En este sentido, estos días se recuerda el discurso que el exsecretario de Estado Colin Powell pronunció en la ONU en febrero de 2003, apenas unas semanas antes de la invasión de Irak. El republicano Powell denunció a Irak de todas las maneras posibles, atribuyendo a Saddam Hussein armas químicas, armas nucleares, armas de destrucción masiva, armas no convencionales, relaciones con al Qaeda, apoyo al terrorismo, etcétera, todo ello para justificar la invasión, una decisión que la administración había tomado con anterioridad.

Su intervención en la ONU, cuidadosamente preparada, pronto se reveló como un gran engaño, y unos pocos meses después el propio Powell reconoció públicamente que estaba basada en la mentira. Pero lo hizo demasiado tarde y las consecuencias tremendas se siguen pagando a día de hoy a un precio muy alto. Ni el arrepentido Powell ni el no arrepentido departamento de Estado han pagado por unas consencuencias terribles a las que no se les ve fin.

En cualquier caso, una intervención militar de gran envergadura en Siria parece desproporcionada. La opinión pública americana está en contra y probablemente también la opinión pública europea. La violencia solo engendra más violencia, y esto puede ser así incluso en un país como Siria que ya ha visto morir a más de cien mil personas en un conflicto que tiene bastante de guerra religiosa, y que justamente está alimentado principalmente por países sunníes de la región que obran con el beneplácito de Occidente, y muy en especial de Estados Unidos.

Algunos medios americanos sugieren que Obama se ha colocado en una posición de difícil salida y pronto deberá tomar una de las decisiones más arduas de su segundo mandato.

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