Qué NO es el 8M

El podcast de esta semana lo abrimos con la carta de una compañera que, por primera vez, se atrevía a ir a una manifestación del 8M. Un testimonio duro en el que nos contaba cómo el miedo había dominado su vida a raíz del abuso sexual que sufrió durante toda su infancia. Por primera vez, este año, reunió el valor para salir de casa y adentrarse en una manifestación masiva que hasta entonces sólo había visto por la tele y en redes. No es la única compañera en esta situación, por supuesto. A lo largo de estos años nos han contactado muchas otras cuyo día a día está controlado de una u otra forma por el trauma que les ha supuesto la violencia machista de uno u otro tipo.

Asistir al 8M para gran parte de nosotras no es difícil, pero no debemos olvidar que para otras muchas es un acto de valentía y superación y, aún más doloroso, que hay mujeres para las que todavía es un sueño que cumplir.

Lo que todas nosotras tenemos en común es un enemigo claro que parece perderse de vista en los últimos tiempos: el patriarcado y su maquinaria bien engrasada, con la que sigue fabricando hijos sanos, esos hijos sanos que continúan quebrando la vida a niñas, adolescentes y mujeres.

Digo que parecemos perder el foco porque tanto en Madrid como en Barcelona varias compañeras sufrieron agresiones por parte de grupos de personas que se llaman a sí mismas "feministas", y que en realidad lo que estaban era dando continuidad a la violencia que ya ejercen en redes. En otro artículo hablaremos los discursos de odio que todas venimos leyendo desde hace tiempo y con los que se está justificando esta violencia; discursos salpicados siempre por las mismas palabras: TERF, tránsfoba, SWERF, abolo, putófoba, etc. Como dice Isabel en el artículo que les enlazo más arriba, en el feminismo siempre ha habido debates vehementes, diversidad de opiniones sobre varios temas, pero eso nunca ha sido una excusa para agredir a mujeres. Porque la agresión a mujeres es, precisamente, lo que venimos intentando frenar y combatir.

Quien va a una manifestación feminista y ataca a otras mujeres (o lleva pancartas o camisetas amenazando a otras mujeres por su postura en este u otro tema, como también hemos visto este 8M) obviamente no es sólo que no sea feminista, por mucho que se autodenomine como tal, sino que está poniendo en peligro la lucha. Quien agrede y quien justifica esas agresiones no está teniendo en cuenta que el 8M lo llenan y lo hacen grande sus asistentes: mujeres como la compañera con la que empiezo este artículo, mujeres que han perdido a compañeras por la violencia machista, madres que temen por la relación de maltrato en la que están inmersa sus hijas, hijas que salen por sus madres. El grueso del feminismo sale a la calle con las prioridades claras: el enemigo es el patriarcado, es la violencia que sufrimos, son los más de mil feminicidas y son los miles de violadores que respiran tranquilos. El enemigo es el techo de cristal, la brecha salarial, la mutilación genital femenina, quien intenta comprar nuestros vientres, aquí o en Ucrania.

El grueso del feminismo tiene al enemigo perfectamente localizado, pero si esta dinámica de violencia se hace cotidiana, el movimiento corre el peligro de desarticularse, por mucho que la mayoría ni entre en los debates que el neoliberalismo intenta sobredimensionar en el seno de nuestra lucha. Porque el 8M es un día para mostrar músculo feminista, para hacernos notar y para demostrar que sin nosotras el mundo se para. Pero si se convierte en un sitio hostil donde te puedes llevar una hostia de una "compañera", el 8M será cualquier cosa menos unidad, sororidad y el ejemplo de sociedad que queremos construir.

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