Linchadores de balcón

Una mujer mira desde una de las ventanas de su vivienda en Bilbao. REUTERS/Vincent West
Una mujer mira desde una de las ventanas de su vivienda en Bilbao. REUTERS/Vincent West

Estos días de cuarentena estamos dejando constancia de la capacidad que tenemos para ser crear y divertirnos en un encierro, y de la solidaridad y empatía que somos capaces de regalar al resto de personas, conocidas y desconocidas. Pero lamentablemente también estamos asistiendo a la demostración de las actitudes más impías de otros muchos.

Una de estas actitudes se viene repitiendo a diario y cada vez se me hace más indigerible: personas en sus ventanas insultando a gritos a transeúntes de los que no saben absolutamente nada. Linchadores de balcón amenazando incluso a vecinas y vecinos por estar en la calle, tan orgullosos de sus improperios que hasta graban la escena. Cada día llega a nuestras redes vídeos de instigadores que graban eufóricos los abusos policiales que están produciéndose delante de sus narices. Jalean, aplauden y animan a los agentes para que no se corten. Como si hiciera falta, como si no estuvieran comprobando con sus propios ojos que no necesitan permiso ni palmeros para tomarse la ley por su cuenta y dar de hostias a quien ellos juzguen.

Da verdadero pavor comprobar que los que graban estos vídeos, no para denunciar, sino para celebrar, tienen sus replicantes en redes. Clones que repiten y cacarean lo mismo que se escucha en muchos de los vídeos que estamos viendo: Más tendría que haberle dado. Poco le ha pasado. Seguro que no iba a la farmacia. Probablemente esa señora estaba más lejos de la cuenta.

Ningún tipo de abuso de locales, municipales o personal de seguridad les hace llevarse las manos a la cabeza. Todo está permitido. No necesitan saber cuál es el contexto de, por ejemplo, esta mujer (ojo al autor del tuit). Hay medios que tampoco necesitan saberlo.

Hay personas que tienen permiso médico para salir a la calle, especialmente pacientes con trastornos psicológicos, otras personas se ven obligadas a ello, como el personal sanitario, limpiadoras, auxiliares y personal de supermercado. Pero esta no es la cuestión. El problema es que, aunque haya personas que están en la calle sin una motivo permitido, no son los cuerpos de seguridad quienes han de castigarlas. Se llaman Fuerzas de Seguridad porque supuestamente, y según sus propios y más acérrimos defensores, garantizan la seguridad de la ciudadanía. Y digo supuestamente no porque yo espere que así sea (soy bastante consciente de la clase a la que pertenezco y de lo que puedo esperar de ellos), pero sus fans deberían tener más claro qué tipo de actuaciones están  aplaudiendo, porque muchas de ellas están siendo incluso investigada como delictivas. A no ser, claro, que nos gusten más unos delitos que otros, y que creamos que algunos tienen más derecho que otros a imponer su voluntad.

En cuarentena, igual que en una manifestación, mi mayor preocupación ahora es no encontrarme con un agente de la ley con ganas de sacar la porra. Cuando salgo para sacar a mis perros ya no es el coronavirus lo que me da miedo, de eso he aprendido a protegerme.

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