El rosa no es solo un color

El torero Enrique Ponce antes del comienzo de la corrida de toros celebrada en el coso del Cerro de San Albín en Mérida, a finales de agosto. EFE/ Esteban Martinena Guerrero
El torero Enrique Ponce antes del comienzo de la corrida de toros celebrada en el coso del Cerro de San Albín en Mérida, a finales de agosto. EFE/ Esteban Martinena Guerrero

Dos chicos arrojaron pintura rosa sobre una estatua de Enrique Ponce, matador de toros (cómo no estará de normalizado el maltrato animal que siguen autodenominando así, matadores). El oficio y beneficio de este y otros matadores no es otro que ese, matar toros, previo maltrato público y ovacionado. Disfrutan de buena reputación, tienen mucha pasta y salen en las revistas del corazón. Alguno hay que cuando se retira del noble arte de provocar sufrimiento durante toda su vida es contratado por televisiones privadas para opinar. ¿Sobre qué? Sobre lo que le echen: COVID, agresiones sexuales, inmigración, todo. Lo que sea.

A dos hermanos, activistas antiespecistas, se les ocurre pintar de rosa la estatua de Enrique Ponce, como decía. Fue en 2017, pero ahora ha salido la sentencia. No sobre Enrique Ponce, por supuesto, él no ha hecho mal a nadie. El acto "vandálico" de los hermanos fue denunciado por la Federación Toro de Lidia en representación del matador (la FTL es legal y hasta da lecciones de moral, con el apoyo de nuestro sistema judicial) y se ha saldado con seis meses de prisión para cada uno de los hermanos. Además, deberán pagar la reparación de tan necesario homenaje taurino y una multa de 750 euros por injurias graves contra Enrique Ponce, ya que, con la misma pintura rosa, escribieron "ASESINO". Si hubiera puesto MATADOR, mira, pero se ve que ya asesino es injuria grave. Gravísimo error al usar sinónimos. No contentos con esta pena, además les harán pedir perdón públicamente.

En el mismo año (2017) que estos hermanos -peligros sociales, convictos cuyas acciones nos dejan, al parecer, un mundo peor, más injusto, más feo- pintaran de rosa a Enrique Ponce, otro chico tuiteaba desde su casa la foto de C., la víctima de violación múltiple a manos de los violadores de la manada en Sanfermines. "Golfa borracha", añadía el chaval sanote a la imagen de la compañera, que pertenecía al sumario (secreto) del caso. Esta joven promesa de nuestra sociedad aún puede recurrir, pero de momento ha sido condenado a dos años de prisión (no entra en la cárcel) y multa. De perdones públicos como en el caso de los hermanos antitaurinos, nada... de hecho, el condenado se negó a pedirle perdón a la víctima en el acto de conciliación.

La desproporción entre las dos acciones y sus consecuencias no es, ni mucho menos, visible en las penas recibidas (y recordamos que una de ellas no es fija aún). Una solo afecta al "honor" de un matador de animales y la otra a la salud mental de una víctima de violación, en particular, y a todas las mujeres en general. Unos actuaban contra una forma de violencia, el otro fomentaba una lacra que sufrimos exclusivamente las mujeres. Unos actuaban contra un matador, el otro, defendiendo a violadores. Unos no le hicieron daño a nadie, el otro a muchas de nosotras, yo incluida.

Y nada sabremos, encima, de cómo del secreto de sumario llegó la imagen a este individuo. El sistema es bastante perfecto: masculinizado, clasista, especista, encubridor y machista. Impregnado de Brummel y tabaco negro. Rancio, como la propia justicia que lo alza y lo sostiene. Y todavía leemos, incluso en periódicos muy muy de superizquierdas la palabra "antisistema" con connotaciones negativas... te ríes por no defenestrarte, claro.

No me gustaría acabar este artículo sin decir que, por supuesto, estoy segura de que si la pintura hubiera sido verde y no rosita, le hubieran caído unos meses menos de condena a los hermanos, a los que desde aquí les mando un abrazo y les doy la gracias.

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