Recomendación semanal (con peros): El dilema de las redes

Hoy me gustaría reflexionar sobre El dilema de las redes (The social dilemma), el documental de Netflix del que todo el mundo habla.

Tal y como yo lo veo, este documental se divide claramente en dos partes: la presentación del problema y las consecuencias del problema. Entendiendo por problema no tanto las redes sociales en sí, sino cómo y quién las gestiona. Hay una reflexión de Tristan Harris (ex-diseñador ético de Google) que resume esto: "Nunca antes en la historia, habían sido cincuenta varones blancos de entre 25 y 30 años en California los que tomaran decisiones que impactarían en la vida de 2.000 millones de personas". Harris hace mención a sus años en Google, pero la cosa no ha cambiado demasiado. Ahora son algunos más, porque también las redes se han multiplicado, pero siguen siendo unos pocos, con intereses económicos, quienes juegan a ser dios con nuestra psique mediante algoritmos, sin que nadie lo impida. Y todo por una razón muy clara: más dinero. No dinero, sino más y más dinero. Más miles de millones que sumar a sus ya inmensas riquezas.

Esta primera parte, en la presentación del problema, donde intervienen ex-peces gordos de Pinterest, Google, Facebook, etc. es la verdaderamente interesante. Cómo y quién decide cómo van a engancharnos más al móvil. Cómo se estrujan la cabeza para generar algoritmos que nos analicen psicológicamente y usen esa información en nuestra contra. "Saben cuándo estamos deprimidos y cuándo vemos fotos en Instagram de nuestro ex", es una de las frases que más destacaría por el simple hecho de que muchas veces ni nosotras mismas sabemos que estamos deprimidas. En cuanto a buscar fotos de tu ex... digamos que te conocen mejor que tu pareja. Y lo que es peor: mejor que tú misma. Y estos gigantes son libres completamente de jugar con esa información, analizarla, usarla para su beneficio económico, venderla, convertirla y dibujarte un camino de baldosas doradas hacia dónde dirigirte.

Esta parte del documental la recomendaría a todo el mundo. Es cierto que ya hemos visto otros documentales sobre redes sociales, pero este creo que te remueve a nivel personal. Si consigue en nosotras cambiar un 1% nuestra visión sobre las redes sociales (y de Internet en general) y problematizarlas, habrá valido la pena.

Sin embargo, hay una segunda parte: las consecuencias del problema.

Hay consecuencias obvias que no se nos escapan, no sólo en EEUU, sino en todo el mundo: falta de autoestima, aumento de la obsesión por alcanzar cánones de belleza absurdos, incremento de la autolesión y los suicidios entre las personas más jóvenes, etc. desde que aparecieron en escena las redes sociales. Incrementos obscenos que van más allá de lo esperado, si las cifras son ajustadas.

Pero a la hora de abordar las consecuencias políticas de las ciudadanías del mundo, caen en el sempiterno cliché de que la izquierda y la derecha son la misma cosa: el mal, el infierno. A la misma vez, alaban el centro como el bien de todas las cosas. Hablan de la polarización de la sociedad, lo cual es cierto, pero se lamentan de que el centro esté perdiendo peso en favor de "la extrema izquierda y la extrema derecha".

Es un documental yanki, no cabe duda, y la pincelada facha disfrazada de equidistancia se hace esperar pero, claro está, llega. Y llega en un momento tramposo: cuando te han planteado un grave problema contado desde dentro casi del mismo problema, lo que invita a creer que tiene un 100% credibilidad y transparencia. Cuando la audiencia ya está entregada a la causa, porque te tocan emociones desde principio a fin, cuando ya se han presentado como el documental que tiene la respuesta a todo, te cuelan la equidistancia y el centro del tablero político como la esencia de todas las cosas. Es curioso, sin embargo, que para demostrarte que el abandono del centro es apocalíptico sólo son capaces de mostrarte hechos e imágenes horribles relacionadas únicamente con la extrema derecha: Pizzagate, tiroteo en Australia de un nazi, supremacistas blancos en EEUU, etc. Es más, no se sonrojan al meter ahí "las tensiones raciales" en EEUU. El racismo no es solo cosa de ahora, al parecer, sino que es culpa de abandonar el centro, de la polarización. Olvidan mencionar que todas estos hechos son causa y consecuencia de quienes de polarizan hacia la derecha, no hacia la izquierda. Y se olvidan de que no es el centro político quienes pelean contra ellos, sino la extrema izquierda. De hecho, ya vemos dónde están los partidos políticos de centro en muchas partes del mundo: o callados o posibilitando gobiernos fascistas.

Este documental, por una parte, te quiere incendiar por dentro. Y, sí, es verdad que hace falta regular quién y cómo se gestionan las redes sociales, y sí, es algo que no puede dejarse en manos de unos cuantos tipos de los que no sabemos nada y que toman decisiones de forma opaca. Y debe hacerse ya porque tiene impacto directo sobre todas nosotras (incluso sobre aquellas que no tienen siquiera redes sociales). Pero por otra parte, y antes de que te levantes del sofá, te dejan claro que la solución también puede empezar por ti.

"Ya no hablamos con nuestros vecinos", "no queremos volver a ver a alguien simplemente porque vota a un candidato diferente" se lamentan. O sea, que quien no quiere relacionarse con un votante de Vox, racista, misógino, homófobo y xenófobo es igual de censurable que si ese votante le retira la palabra a alguien que apoya el rescate de migrantes en el Mediterráneo, por ejemplo. Y de ahí se extrapola a todo lo demás: son igualmente problemáticos quienes odian a las feministas convencidas que quienes odian a los misóginos recalcitrantes. Ni machismo ni feminismo, ni fascismo ni antifascismo, ni lo bueno ni lo malo.

Resumiendo la primera parte: el dilema de las redes no es ningún dilema. Podrían llegar a ser herramientas que nos faciliten la vida, podrían estar gestionadas con un código ético, de forma transparente, y no jugar con cada una de nosotras a cambio de dinero. Difícil en un sistema capitalista, por otra parte. Pero no es realmente un dilema, es otra cara más de cómo el neoliberalismo nos destroza como sociedad.

Resumiendo la segunda parte: el dilema de los extremos políticos tampoco existe. Los extremos no se tocan, los extremos se llaman así porque no pueden estar más lejos. Si estás en el centro, estás muy cerca de la derecha, y del fascismo. Y, claramente, mucho más cerca quienes estamos en la extrema izquierda. Por eso harta, y mucho, que nos den lecciones de moral justo desde ese centrismo con piel de cordero que se cuela en todos sitios: incluido este documental.

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