Recomendación semanal: un hecho real con el "todas putas" como protagonista

"Todas putas". "Todas putas menos mi madre". ¿Cuántas veces hemos oído y leído esto? Tranquilas, que siempre va en broma. A ver si no vamos a tener sentido del humor ahora.

Estas expresiones y otras parecidas, que tantos tipos repiten como un mantra y tantos otros aplauden y ríen, obviamente no viene de la nada, ni es una broma. Son, muy al contrario, un reflejo de la visión que se tiene de las mujeres en general. El puta vale para todo: la liberación sexual es de putas (porque follas ahí alegremente, como si fueras un hombre), llegar a jefa es de putas (¿a quién se la habrá chupado?), acostarte con un hombre también es de putas, a veces incluso hacerlo con tu propia pareja es de putas si eres joven (quizás debiste esperar más) y un largo etcétera que ya todas conocemos.

El destripador de Yorkshire, la miniserie de Netflix donde se ahonda en la investigación policial de una serie de violaciones y feminicidios que tuvieron lugar en los años 70 y principio de los 80, refleja cómo la visión del departamento de policía de Yorkshire era esta misma: todas las mujeres son unas putas.

Y ahora haré spoilers para explicarme, por si quieres dejar de leer.

Peter Sutcliffe estuvo agrediendo, mutilando y matando a mujeres durante seis largos años. Que se sepa, llegó a matar a 13 mujeres y fracasó con 9. Que se sepa. Fue precisamente esta visión misógina de las mujeres lo que hizo que la policía nunca estuviera de cerca de atraparlo y solo lo detuviera un golpe de suerte.

Las supervivientes no fueron escuchadas, ni siquiera demasiado aquella que pudo colaborar para hacer un retrato robot. Las víctimas eran sistemáticamente catalogadas como prostitutas aunque no se tuviera claras evidencias de ello, teniendo en cuenta la policía la zona donde fueron encontradas o los horarios en los que salían. En un país en plena crisis económica, con regiones enteras sufriendo los estragos del desempleo masivo, que un vecino dijera que salías mucho de noche era tomado por los agentes como "víctima: prostituta".

Hasta que el asesino mató a una chica de 16 años que volvía del supermercado donde trabajaba. Tenía una familia que la defendiera, era muy joven, tenía un contrato que justificaba su salida nocturna y testigos de que era "una chica decente", así la describieron. Este asesinato, lejos de descolocar a los agentes, les hizo dar por hecho que no eran ellos los que estaban equivocados, sino que quien se había equivocado era el asesino: la mató porque creía que era prostituta.

Tanto la policía de Yorkshire como la prensa inglesa repitieron hasta la saciedad que las víctimas del destripador no eran mujeres normales sino prostitutas. Si caía alguna mujer que era claramente demostrable una no puta, el asesino se había debido de confundir, mil perdones.

Entonces llegaron las cintas. El departamento recibió unas cintas de casete donde un tipo aseguraba ser el destripador de Yorkshire. No hicieron falta muchas pruebas para que la policía lo creyera más a él que a las víctimas supervivientes del asesino. Tanto es así, que el verdadero destripador fue interrogado hasta nueve veces por la policía, pero descartado porque su voz no era como el de la cinta. Peter Sutcliffe se parecía al retrato robot, calzaba el número del asesino, los neumáticos de su coche coincidían con las huellas halladas en varias escenas, pero no tenía la misma voz ni el mismo acento de ese otro hombre que decía ser el asesino.

La culpa, por supuesto, la tenían las mujeres que salían de noche a pesar de las advertencias de la policía de no salir (toque de queda femenino), la tenían las cintas y la "superinteligencia" del asesino (que literalmente no pudo dejar más pruebas, le faltó dejar el DNI).

Si leen noticias o crónicas sobre el caso, verán que la misoginia de la propia policía no es ni mencionada. Esta miniserie, sin embargo, pone el motivo principal de relieve: el asesino era un misógino que pudo seguir matando mujeres siempre que quiso porque la propia policía y la prensa tenían el mismo sesgo misógino que la persona que tanto despreciaban.

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