Ninguna relación es perfecta

Todas las veces que me dijeron "si tú lo quieres, tienes que luchar por él", se me agolparon en la cola del supermercado donde estaba de pie, con un paquete de rollos de papel higiénico. Todas la frases del tipo "ninguna relación es perfecta" o "el amor no siempre es un camino de rosas" que me dedicaron en el pasado, me empezaron a martillear la cabeza, con sus correspondientes caras.

Dos chicas, de no más de veinte años, estaban delante de mí, con un carrito con bebidas y paquetes de patatas: "Él es así, tú lo sabes ya, pero te quiere más que a nadie. Y tú a él". La otra chica protestaba tras la mascarilla pero con inseguridad: "Claro, si no, de qué iba a aguantar que me pusiera como los trapos, pero es que yo a él no lo insulto así". Y la otra decía "porque tú eres de otra forma de ser". La otra concluyó con una frase que me trajo la batería de diapositivas: "es una mala racha, tía, en dos días estáis otra vez pegajosos". La chica no parecía de acuerdo pero no dijo nada más.

Me imaginé cien veces cogiendo a la muchacha por la muñeca y diciéndole: "No, no es una mala racha, huye" o "el amor no es así, las malas rachas no tienen nada que ver con la violencia". No hice nada ni dije nada. Me quedé allí de pie con el paquete de papel higiénico, peleándome con mis propios recuerdos. De la rabia pasé al miedo, del miedo a la tristeza, y para cuando nos separamos en las cajas que nos señalaba la pantalla, ellas ya hablaban de si faltarían bebidas cocacolas y se reían de no sé qué cosa.

Bajé al parking y me quedé un ratito llorando aprovechando que no había nadie, y pensé que justamente eso es lo que acabaría haciendo la chica que protestaba. "Nadie escarmienta en cabeza ajena", ha dicho siempre mi madre. Pero yo no creo que sea siempre así. Las experiencias de unas pueden salvar a otras. Las salvan, de hecho, muchas veces. No solo salvar, también prevenir historias repetidas.

No le digamos nunca a una chica, a una adolescente, a una mujer, que cuando su pareja le falta al respeto, cuando la zarandea, cuando la insulta, cuando la ignora, cuando la castiga con el silencio, cuando la hace de menos, es cosa de una mala racha en la relación. No le digamos nunca que el amor es así. No le aseguramos nunca a una compañera, a una amiga, que el amor no es un camino de rosas cuando reciban menosprecio de cualquier tipo. Dejemos de hablar de amor cuando nos estén contando abusos. Dejemos de mencionar la naturaleza de las relaciones cuando el problema lo tiene solo uno.

Al decir "las relaciones son..." la estamos englobando a ella en la ecuación, a la compañera que se está desahogando y que lo último que necesita es pensar que ella tiene alguna oportunidad, algo que pueda hacer para que no ocurra más. Porque esa creencia ha dado ya con demasiadas víctimas. Una mujer no podrá nunca conseguir que su pareja deje de tratarla como un objeto, como alguien inferior a quien poder mangonear.

Además, tendemos a creerlo porque estamos deseando escuchar algo que explique lo que nos está pasando. Cuando el feminismo todavía no se ha cruzado en tu vida y eres incapaz de analizar un comportamiento que tiene que ver con la violencia y el machismo, cualquier frase hecha es un aprendizaje y un aparente consuelo que lo único que consigue es que revisemos una y otra vez nuestro propio comportamiento y todo lo que podríamos cambiar en él para mejorar la relación. En nuestra cabeza tiene sentido, pero cuando en una discusión te encuentras completamente incapaz de llevar a cabo todo eso que te has propuesto, se afianza en tu cabeza la idea de que no tienes remedio, que siempre vas a ser una contestona y una intolerante, que con ese carácter nunca podrás poner paz o conseguir no enfadarlo.

Todo el fracaso de la relación y cada una de las peleas recaerán en tu espalda, y cada vez te costará más verbalizar el último episodio violento. Porque ya te han dicho qué es lo que tienes que hacer: tener paciencia, aguantar la mala racha, aceptarlo como es, valorar su "amor" por ti por encima de todo, no ser tan quisquillosa o tan guerrera. El problema es tuyo, que no te sale ponerlo en práctica a la hora de la verdad. Y es que cuando te insulta o te menosprecia, cuando se ríe de ti con sorna con el único propósito de hacerte daño, de humillarte, algo te hierve en la tripa y no puedes callarte como una novia de las de verdad, de las maduras, y le gritas. Y ya perdiste. Perdiste no solo la bronca, la paz y la alegría, también la oportunidad de navegar esa nueva "mala racha" en tu relación que, por algún motivo, cada vez pasa más a menudo. Cosa que, por supuesto, también decides que es tu culpa. Y es que ojalá fueras de otra forma. Pero siendo como eres, menos mal que al menos él te quiere.

Estemos siempre alerta a estos pequeños desahogos de las mujeres de nuestro entorno, y nunca le quitemos importancia. Nunca. Podemos marcar para ella un antes y un después. Escuchemos a las compañeras con atención y no contestemos nunca con frases hechas pensando que la ayuda que podemos ofrecerle es quitarle la preocupación como sea. Quizás lo verdaderamente necesario es que ambas os preocupéis.

Escucha el último programa de Radiojaputa.

Cada lunes un nuevo capítulo en publico.es